La Aldea

Primera baja

La crisis que viene es el derrumbe del Sistema Nacional de Salud, por la torpeza de su operación, por la ceguera de Hacienda al considerar que sus presupuestos y partidas de recursos son excesivos.

La estruendosa renuncia de Germán Martínez al IMSS exhibe, sin distracciones, los graves riesgos que los recortes y la intervención excesiva están provocando en diferentes áreas del gobierno.

Germán Martínez es un político experimentado, inteligente, con trayectoria legislativa, partidista y de gobierno. Me pareció inusualmente respetable en la política mexicana su renuncia a la presidencia del PAN en aquellas fatídicas elecciones de 2009, en las que su partido no salió bien parado. Los políticos mexicanos no renuncian por ética, por convicción, por defensa de sus ideas. Permanecen en los cargos "de muertito", hasta que el superior los cesa, transfiere, congela o promueve. Germán es lo contrario. Un político que defiende sus creencias, que tiene el valor y el coraje de ser congruente y que se niega a ser "florero" o títere de nadie.

Su renuncia al IMSS es evidencia sólida de lo que en este mismo espacio hemos consignado en semanas anteriores. La crisis que viene es el derrumbe del Sistema Nacional de Salud, por la torpeza de su operación, por la ceguera de Hacienda al considerar que sus presupuestos y partidas de recursos son excesivos.

Le comparto unas perlas, tan sólo de la última semana: el Instituto Nacional de Rehabilitación suspendió hace 10 días los servicios de cocina para médicos y residentes que, a distintas horas del día –especialmente por la mañana– ofrecían colaciones a los cirujanos. La jefa Norma informó a los jóvenes residentes que hubo recorte en esa área, para que lleguen bien desayunados, no sea que en el promedio de 8 o 10 cirugías por turno en ese muy respetable Instituto, los señores doctores se vean impedidos para realizar su trabajo. La semana pasada ya no había vendas, y el último viernes no hubo yeso ni para los niños con fracturas y tratamientos postraumáticos. En voz de algunos prestadores de servicios, "esto se cae a pedazos".

El discurso de todo está bien, son sólo voces agoreras que quieren pintar un escenario oscuro, se derrumba con la renuncia de Germán Martínez. No sólo el recorte coloca en situación límite al Instituto insignia del sistema, puesto que las carencias, las largas filas para atención, la suspensión de servicios, la falta de abasto en medicamentos y materiales básicos de curación y hospitalización, llevan al extremo al IMSS. Subyace en la valiente denuncia de Martínez una intención política por parte del gobierno para manipular delegaciones estatales, administrar recursos, otorgar contratos y ligarlo eventualmente a actividades electorales. Germán no lo dice, por decoro y porque no le corresponde, pero ¿por qué quiere Hacienda designar delegados, interventores, operadores del IMSS que no respondan al Instituto? ¿Cuál es la intención de controlar los gastos y desplazar a los delegados formalmente nombrados por el Consejo Directivo? Se trata nuevamente, como con los superdelegados del gobierno federal, de crear una red alterna a la institucional, que responda a autoridades máximas con fines poco claros.

Ya hemos consignado el grave impacto que los ajustes presupuestales han tenido en los institutos de salud pública. Hemos registrado la voz de directores y médicos que se resisten a permitir la debacle total del sistema que, en profunda contradicción a los objetivos anunciados por el Presidente –"primero los pobres"– atienden a la población más necesitada. Bien señala Germán Martínez que es una política muy neoliberal el excesivo recorte y contracción del presupuesto.

De fondo, la salida de Martínez pone en evidencia el choque y la desorganización de un gobierno que cumplió ya seis meses en ejercicio, al que le estallan por diferentes lados la incompetencia, la inexperiencia, la improvisación y la ceguera absoluta al recortar con insensible rasero dineros básicos para diferentes sectores.

Hacienda interviene en operación y designación de funcionarios; aprieta los números, ahorca la prestación de servicios. Está cultivando un problema de consecuencias inimaginables. ¿Es sólo el secretario Urzúa? ¿Son las instrucciones del Presidente? ¿Es la lucha por el control económico entre Alfonso Romo y Carlos Urzúa? ¿Dónde está la pista que ayude a entender por qué se traicionan los principios anunciados por el Presidente, de proteger y fortalecer a los sectores más vulnerables de la sociedad?

Es inverosímil considerar desconocimiento ante las graves necesidades vitales del IMSS y de otros institutos, ¿por qué entonces cerrar la llave de los dineros al extremo de afectar a millones de derechohabientes?

No vaya a resultar que todo este dinero ahorrado se destina a Pemex y el hoyo negro de un rescate imposible, o a las quiméricas obras de infraestructura cuya viabilidad –cada una por separado: Dos Bocas, Tren Maya y Santa Lucía– ha sido rechazada por expertos de todas latitudes y especialidades.

La salud pública es un asunto de seguridad nacional, de prosperidad económica, de fortaleza institucional. Descuidarla, amenazarla, ahorcarla, es suicida.

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