La Aldea

Los enanos

Tenemos un gobierno de enanos, con honrosas excepciones, designados con el propósito de acatar y obedecer callada y sumisamente, en beneficio del presidente.

Existen líderes que se rodean de gente brillante, talentosa, exitosos y experimentados profesionales de forma individual en sus propias áreas o esferas. Generalmente suman su experiencia, capacidad, conocimiento a un equipo de trabajo con quienes comparten metas, objetivos, resultados por alcanzar. Hay otros líderes que, por el contrario, prefieren gente menor, colaboradores obedientes y obsequiosos, más eficientes que talentosos, más leales que capaces. Prefieren que no hagan sombra, que no roben el estrellato protagónico, que no brillen con luz propia, no sea que opaquen al líder.

El equipo de gobierno del presidente López Obrador se integró con perfiles diversos, inexpertos, con extensas áreas de ignorancia y desconocimiento, pero muy leales e incondicionales a su jefe.

Hay casos estelares y al mismo tiempo trágicos para el país, como el director de Pemex, Octavio Romero, agrónomo de profesión, sin experiencia alguna en el ámbito energético y que dirige hoy, con extremo desconocimiento, la paraestatal más importante de México. La debacle de Pemex viene de años atrás, no es responsabilidad exclusiva de este gobierno. Los grandes yacimientos terminados (Cantarell), la falta de reinversión, de exploración por nuevos pozos, y la galopante corrupción condujeron a Pemex al desfalco y la quiebra técnica. Este director y la política energética han sido incapaces de corregir el rumbo, más bien al contrario, lo han agudizado al grado de arrastrar a la economía entera a la muy probable pérdida del grado de inversión nacional.

O lo invito a que revise el currículum y la trayectoria del Dr. Jorge Alcocer, al frente de la Secretaría de Salud: un investigador de segundo nivel en la universidad y el Conacyt, que sin haber estado jamás al frente de una clínica, dispensario médico, ya no digamos centro hospitalario o instituto de salud, brincó a la posición máxima del sistema de salud pública. Resultado, desastre absoluto.

Pero el grupo es más numeroso, por inexperto, inoperante, incapaz.

Dicen los organismos empresariales que la Secretaría de Economía es como si no existiera.

No hay una dependencia que promueva la economía, el comercio, mida sus impactos, busque impulsar productores, construya acuerdos y consensos para hacer crecer la exportación, el intercambio comercial, la industria manufacturera. El vacío total.

El Conacyt es una vergüenza académica que provoca lástima y dolor en investigadores mexicanos aquí y en el extranjero. Se desmanteló por completo el sistema de becas, de programas de intercambios, bajo el pueril argumento morenista de que el país ya les había dado demasiado. No sólo el rechazo a la formación de alto nivel, sino además la humillación clasista de considerarlos 'burgueses' acomodados por estudiar en el extranjero. Lamentable.

En la Secretaría de Gobernación edulcorada, por dulce pero también por adelgazada en sus funciones y facultades, despacha una señora cuya experiencia política es extremadamente limitada. No sólo le retiraron responsabilidades de seguridad, de migración –hoy prácticamente en manos de Relaciones Exteriores– sino incluso de diálogo político con los gobiernos estatales. Ella prefiere lo light, lo suavecito: los derechos humanos, la atención a las víctimas, la búsqueda de desaparecidos que nadie encuentra y la equidad de género, esta última tan pateada y desdeñada por el presidente.

Resultado: otro desastre. Ni víctimas, ni derechos humanos (vea usted la desarticulada y controlada CNDH, dirigida por otra incondicional que entiende poco de su trabajo y función) ni tampoco equidad de género.

Si revisamos las renuncias en menos de dos años de gobierno, destaca la partida de algunos de los más talentosos. Germán Martínez del IMSS, político experimentado, brillante abogado que identificó, muy temprano en la administración, el rosario de ineptitudes e inconsistencias que impedirían, un buen desempeño de sus funciones. Eligió irse y no convalidar irresponsabilidades y torpezas.

El más reciente fue Jaime Cárdenas, un académico y exconsejero electoral cercano a AMLO, quien se desempeñaba –brevemente, apenas 100 días– al frente del Indep (Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado), a quien, por cierto, acusaron de cansado.

Cárdenas va poniendo en evidencia una serie de triquiñuelas y despojos de propiedad púbica, a favor de unos privilegiados. Manipulación de la fallida rifa del avión, control de los números ganadores y otras joyas de la transformación que pretende –en sueños– acabar con la corrupción. ¿Entonces por qué la permiten? ¿Por qué el presidente pierde a un funcionario capaz y profesional, en aras de manipular los sorteos, las trampas, las subastas?

Tenemos un gobierno de enanos, con honrosas excepciones, designados con el propósito de acatar y obedecer callada y sumisamente, no de desempeñar un trabajo eficiente y profesional en beneficio de México, sino en beneficio del presidente y su grupo político.

La lista es larga: el director del Insabi, la señora de la Función Pública, los corruptos de antaño que el presidente protege en su círculo cercano, porque se aliaron a su proyecto, no porque sean un ejemplo de probidad republicana.

México vive la peor regresión institucional en cuatro o cinco décadas. Se desmantela el servicio público de profesionales, con el falso argumento de la lucha contra la corrupción. Es falso porque no ha desaparecido la corrupción y porque a los que retiraron, ni los acusaron ni los investigaron de nada.

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