El Globo

¿Tú también, Claudia?

Claudia calla, se convierte en cómplice involuntaria en tantas cosas a las que está atada por una lealtad mal entendida al presidente.

Los balances internacionales respecto al desempeño de las mujeres gobernantes frente a la pandemia dejan resultados excepcionales. Sin duda, Angela Merkel, de Alemania, encabeza la lista por decisiones y estrategia pragmáticas y eficientes para combatir el coronavirus, pero no es la única.

La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Andern, es ejemplo mundial por haber protegido a su población de la pandemia y contar hoy con el menor índice de fallecimientos en su territorio.

La señora Jana Martin, de Finlandia, con apenas 34 años, organizó una política de comunicación digital, haciendo uso de los youtubers y líderes en redes –todos jóvenes– para concientizar a la población. Otro caso de éxito en contención, seguimiento y aislamiento para evitar contagios masivos.

Las jefas de Gobierno de Dinamarca o Noruega, o de Islandia, quien ordenó tests masivos gratuitos a toda la población, ocupan los lugares de mayor éxito en la lucha contra el virus.

Hay denominadores comunes: capacidad de decisión rápida, un estilo de comunicación ágil, abierto, transparente y que hace contacto con la ciudadanía, además de soluciones creativas e innovadoras.

De los 193 países registrados ante la ONU, apenas 10 son dirigidos por mujeres, alrededor de 5 por ciento, y según evaluaciones de la OMS, la eficiencia en los liderazgos femeninos contra la pandemia a nivel mundial supera 60 por ciento.

No es casualidad, ¿no le parece? Las mujeres han probado ser más eficientes y pragmáticas a la hora de gobernar; generalmente –hay excepciones– se distinguen por liderazgos democráticos, orientados a los resultados y la eficacia, integrados de forma colaborativa por equipos profesionales y capacitados, y con frecuencia, cercanos a la población, comprensivos y compasivos.

La Ciudad de México tiene una jefa de Gobierno, al igual que Alemania, proveniente de la investigación científica como marco de formación intelectual y profesional. Tiene también un perfil orientado a los resultados y a la resolución de problemas, más que a la política partidista.

¿Por qué entonces no tenemos en la Ciudad de México los resultados sobresalientes de otras líderes mujeres en el mundo? Me atrevo a esbozar una respuesta: porque Claudia Sheinbaum responde a los designios y voluntad política del Presidente. Es incapaz de separarse de la línea oficial, señalar desatinos –y vaya que abundan– y tomar distancia de políticas erráticas. En una palabra, gobernar para la ciudadanía, no para la complacencia del Ejecutivo federal.

Por supuesto que hay aciertos en la gestión de la señora Sheinbaum, como las medidas tomadas para aumentar pruebas, recomendar el confinamiento, restringir la apertura de locales comerciales, evitar reuniones masivas e, incluso –a contracorriente del jefe máximo–, el uso de cubrebocas. Lamentablemente, fueron tardías y no han sido suficientes.

Es público su encontronazo del año pasado con Hugo López-Gatell cuando lo acusó de mentirle al Presidente. Y luego, cedió y entregó los semáforos y los controles de la epidemia al gobierno federal, siendo la Ciudad de México el punto de mayor contagio y decesos en el país.

Llama la atención el silencio espectral de Claudia Sheinbaum respecto al impresentable Salgado Macedonio. Es mujer, es científica, es gobernante, pero guarda un vergonzoso y cómplice silencio para encubrir al acusado de violación y abuso contra la mujer.

Tan sólo ayer, en el Día Internacional de la Mujer, Claudia emitió un mensaje en redes afirmando que ella misma fue víctima de acoso. Entonces, ¿por qué no señalar a los abusadores y pedir que se retiren de los cargos públicos?

Claudia calla, se convierte en cómplice involuntaria, en esta como en tantas cosas a las que está atada por una lealtad mal entendida al Presidente. Así como a los diputados y senadores, su primera lealtad es con los ciudadanos, no con el político patriarcal bajo el cual construyeron su carrera.

Mucho me temo que no sabremos si Claudia tiene la altura política y el liderazgo como gobernante comparable a ese puñado de mujeres brillantes en diferentes países. Y no lo sabremos porque vivirá bajo la sombra y la voluntad de su jefe, de su líder, de su caudillo.

Hoy como ayer, guarda silencio frente a los excesos y los abusos de gente como Salgado Macedonio.

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