El Globo

Ministro rebelde

Boris Johnson se niega a cumplir la ley; busca el atajo para no acatar el mandato de su Parlamento.

Boris Johnson se niega a cumplir la ley. Busca el atajo para no acatar el mandato de su Parlamento. Ayer lunes, en cumplimiento por lo votado en la Cámara de los Comunes, envió a la Comisión Europea una solicitud para extender el plazo de salida de la Gran Bretaña, como miembro de la Unión Europea. Pero no la firmó. Hizo llegar el documento solicitando la prórroga –el plazo se vence este 31 de octubre- pero sin la firma del primer ministro. En paralelo hizo llegar una segunda misiva en la que aclara que él no está de acuerdo con extender el plazo, y esta última sí la firmó.

Vivimos una era donde los políticos eligen, por convenir a sus intereses, por cumplir sus compromisos de campaña –con frecuencia insostenibles cuando enfrentan la realidad del gobierno y los contrapesos de las decisiones– o incluso por aumentar su popularidad, burlar la ley. Donald Trump es un caso palpable en Estados Unidos, con el serio agravante de que ha cometido delitos, ha mentido, ha incurrido en asociación con poderes extranjeros en contra de la política, seguridad o democracia estadounidenses. En síntesis, un criminal sentado en la Oficina Oval.

El caso de Johnson es el de un rebelde contracultural, que piensa salirse con la suya, burlar el mandato parlamentario –ley votada y aprobada- porque simplemente, no conviene a sus intereses. ¡Escandaloso!

El presidente de la Cámara de los Comunes impidió este lunes la realización de un segundo voto acerca del acuerdo inicial obtenido por Johnson con la Unión Europea. Los miembros del Parlamento desean revisar en detalle el contenido, sondear a sus electores, comprobar que los actores decisivos –Irlanda e Irlanda del Norte- están de acuerdo, a pesar del absurdo de establecer una frontera al interior el Reino Unido. No es un tema sencillo y con enorme certeza, obtendrá extensa desaprobación. Pero Johnson, en su afán político por salir a decirle a la población que cumplió su palabra y se van de la Unión el 31 de octubre, prefiere pasar por alto esas graves condiciones. Condiciones que,  con mucha probabilidad,  causarán serios problemas a las Unionistas del Ulster –el grupo político de Irlanda del Norte que ha promovido y defendido la integración al Reino Unido por décadas- porque enfrentarán a los integracionistas irlandeses que defienden la reunificación de Irlanda en una sola nación. Temas sensibles, que involucran sentimientos nacionalistas, pero también historia, economía, fronteras abiertas, libre comercio y criterios migratorios. Todo eso pretende Mr. Boris acelerarlo, para lograr su ansiada salida el 31 de octubre y pasar a la historia como el primer ministro que rompió con la Unión.

Todo un rosario de insensateces y absurdos, que pasan por alto los profundos daños a la economía europea y especialmente a la británica.

En Hamburgo se construyen edificios de oficinas para albergar a las empresas que, calculan, llegarán por docenas a instalarse el poderoso puerto alemán después de la debacle que el Brexit significará para el libre comercio y la economía de mercados.

Johnson tendrá que someterse al Parlamento o renunciar. No van a lograr abandonar la Unión para el 31 de octubre, en 9 días a partir de hoy, porque queda muy poco tiempo para sopesar las repercusiones irlandesas.

Boris aceptó lo impensable: instalar una frontera al interior de su propio país. Y no es que la Unión Europea se caracterice por caprichosa, pero existe un territorio libre de tránsito, mercancías, empleos, personas. El Reino Unido se quiere salir, pues no podrá gozar de los beneficios que eso conlleva. El problema es que el territorio de Irlanda del Norte, integrante del Reino Unido, se encuentra físicamente en la isla de Irlanda, separa de las islas británicas por un canal. ¿Dónde poner la frontera? Complejo.

Quedan 9 días para una nueva batalla al interior de Westminster, en que los simpatizantes de Johnson intentarán, con todo y prórroga, forzar la revisión del acuerdo en plazo imposible.

Si la Unión acepta, como muy probablemente sucederá, esta extendida telenovela se prolongará por lo menos hasta el mes de febrero o marzo.

La pregunta es si el primer ministro rebelde logrará mantenerse en el cargo para concluir las negociaciones y evitar la ruptura del Reino Unido.

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