El Globo

Hong Kong defiende sus libertades

Durante las últimas dos semanas, el creciente clima de protesta pública en Hong Kong se ha desbordado dejando a las autoridades casi sin discurso.

El habitual ritmo cosmopolita de Hong Kong, con su epicentro financiero, su imán turístico y su actividad inmobiliaria se ha visto interrumpido por cientos de miles de manifestantes que protestan contra el gobierno.

Durante las últimas dos semanas, el creciente clima de protesta pública se ha desbordado dejando a las autoridades casi sin discurso, sorprendidas ante el vuelco callejero de la población.

Todo empezó por un controvertido proyecto de ley, conocido hoy como la Ley de Extradición, que establece el traslado de disidentes y "sospechosos" –nadie sabe bien de qué- a China continental para ser procesados allá. Es decir, extraerlos del sistema judicial prevaleciente en Hong Kong, con derechos garantizados por ley y una defensa obligatoria, con jueces y jurados independientes, al sistema judicial chino, donde un solo juez asistido por dos magistrados quienes dictan sentencia sobre el caso pero, sobre todo, controlados por el estricto y rígido mando gubernamental.

De alguna forma se percibe un intento claro por ejercer represión y censura en la más libre y competida política de la isla. Desde 1997 en que la Gran Bretaña entregó de regreso la soberanía de Hong Kong a China, se estableció aquella fórmula de "Un país, dos sistemas", como una garantía del régimen comunista a respetar las libertades políticas, electorales, jurídicas y de derechos humanos plasmados por las leyes heredadas por lo británicos a Hong Kong. Estos 22 años han transcurrido con relativa calma, la primera década con continuidad absoluta y después una creciente influencia de Beijing en la administración semiautónoma de Hong Kong.

La Ley de Extradición parece un intento por perseguir, reprimir y censurar a la oposición al régimen central de Beijing, extraer a todo sospechoso del ámbito jurídico donde cuenta con una serie de derechos y protecciones, para apresarlo y enjuiciarlo en tribunales al servicio del gobierno.

El tema se complicó con la aparición en calles y avenidas de cientos de miles de ciudadanos. En cálculos oficiales, uno de cada cuatro ciudadanos de Hong Kong –casi dos millones de personas- marcharon en protesta. La respuesta policíaca fue en opinión de algunos observadores internacionales, desproporcionada. Gas lacrimógeno, macanas y palos por doquier, balas de goma, fueron la actitud inusual de una fuerza policíaca considerada hace no mucho tiempo, la mejor policía de Asia. Las manifestaciones pacíficas del 12 de junio se tornaron en agresivas protestas ahora más contra la policía que contra la Ley de Extradición

El pasado sábado la jefa ejecutiva de la administración local, Carrie Lam, anunció en conferencia de prensa que la ley sería retirada para buscar un mayor diálogo con los distintos sectores sociales.

La ciudadanía ofendida por la brutalidad policíaca, utilizó redes sociales para exhibir a los agentes, con fotografías individuales, sus casas y sus familias, con el firme propósito de identificar a los represores y provocar su descrédito social. La unión de policías se llamó víctima de una persecución y se retiró de las calles la última protesta.

El sentir popular ha escalado y ahora piden no sólo la destitución de policías, sino la de la propia jefa ejecutiva de la autoridad en la isla.

El gobierno de China anunció que no permitiría llevar y discutir el tema de Hongo Kong en la próxima cumbre del G-20 a celebrarse en Osaka, Japón, del 27 al 29 de junio.

Tal vez el propio Trump, en su marrullero estilo de presión-extorsión-chantaje, utilice el tema de Hong Kong en su crucial encuentro con el presidente chino Xi Jinping para buscar algún beneficio.

Por lo pronto la población en Hong Kong está dispuesta a estas y muchas protestas más para defender sus libertades y oponerse a todo asomo de injerencia represora por parte del gobierno central.

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