El Globo

El éxito de los populistas

El exitoso discurso de confrontación de los populistas termina en el fracaso, porque a pesar de convencer a sus simpatizantes a grados de secta religiosa, termina estrellándose con la realidad.

Las elecciones en Estados Unidos dejaron algunas lecciones claras. Entre ellas, ante la sorpresa de analistas y académicos, el éxito rotundo del discurso divisorio y mentiroso de Donald Trump.

El candidato republicano obtuvo 8 millones de votos adicionales a los de 2016, aunque perdió en las zonas económicas de mayor actividad y recuperación, las de mayor consumo. Ganó, en efecto, en aquellos condados donde la economía sigue estancada.

La lógica señalaría que, ante la parálisis económica en algunos sectores después de cuatro años de gobierno, ante la promesa incumplida de las fábricas y los empleos recuperados, esas comunidades votarían en contra de Trump. Sorpresa: no lo hicieron, al contrario, le ratificaron su respaldo. ¿Por qué?

Porque les gusta su discurso, porque se identifican con la locura de la supremacía y el derecho superior, porque les encanta el desdén por los negros y las otras minorías, porque les remueve los instintos más primarios y viscerales del "nosotros primero, nosotros somos mejores". Es muy semejante a las fibras emocionales que Hitler removía en las clases medias y altas alemanas hace 90 años.

Hay que buscar culpables porque la economía no crece: para Hitler fueron los judíos y los inmigrantes; para Trump son los negros y los inmigrantes.

Primero fuimos los mexicanos de forma notable en la primera campaña de 2016. Hoy son los chinos, porque, finalmente, México le ha prestado valiosos servicios al contener a los inmigrantes centroamericanos.

La afirmación en los hechos es falsa: ni los mexicanos les robamos empleos ni lo hicieron los chinos. Resulta uno de los señalamientos más simplistas de la compleja economía global. Allá producen más barato, la mano de obra cuesta menos y el paquete de seguridad social es más reducido o, de plano, inexistente. Por ende, muchas plantas, esencialmente automotrices, se mudaron a México, y otras, textiles, químicas, farmacéuticas, a China.

La reforma fiscal trumpista que redujo significativamente los impuestos (15 por ciento a un 18 por ciento de rebaja) a las empresas, no alcanzó para repatriar armadoras y fábricas industriales.

¿Cómo se explica entonces que sin mejoras económicas y sin mayores servicios, 71 millones de americanos votaron por Trump?

Las razones descansan en la retórica de confrontación: este país es nuestro –de los blancos anglosajones– no de los migrantes hispanos, africanos, asiáticos. Ellos llegaron después y son ciudadanos de segunda clase. Aunque no lo verbaliza de esa forma, el contenido de fondo radica en este principio.

Todos los estudios demográficos norteamericanos señalan un declive de la población blanca anglosajona, frente a un crecimiento mayor de las minorías, especialmente los hispanos.

El discurso populista del "somos los mejores, todos los anteriores fueron un fracaso, sólo yo, que soy víctima de una persecución política –el fallido desafuero contra Trump– soy capaz de regresar la grandeza a este país", etc., etc., etc.

¿Le suena familiar?

Trump atacó desde la Casa Blanca y la Oficina Oval a medios, periodistas, intelectuales, científicos, universitarios, políticos de oposición y de su propio partido, empresarios independientes, deportistas, artistas, comediantes, líderes extranjeros, organismos multilaterales (ONU, OMS, OTAN, etcétera).

Trump construyó su discurso presidencial con base en el denuesto, la descalificación, el agravio, el insulto, la burla, la humillación, la mentira repetida una y mil veces bajo el sello presidencial.

La consecuencia fue su grave contribución al deterioro de la democracia norteamericana, al fortalecimiento de los grupos supremacistas, quienes hoy se expresan amparados por el discurso presidencial. Ya no es políticamente incorrecto en Estados Unidos acusar a los negros de todo el crimen y a los hispanos de la droga. Si el presidente lo hace, por qué los demás no.

Pero, con todo, perdió. Más de 5 millones de votos ciudadanos y 306 votos electorales (36 más de los necesarios para asegurar la presidencia) lo demuestran.

El exitoso discurso divisorio y de confrontación de los populistas termina en el fracaso y la derrota, porque a pesar de convencer a grados de secta religiosa a sus simpatizantes, termina estrellándose con la realidad: la economía no mejora y no para todos, la salud se derrumba, la ciudadanía vive enojada ante el incumplimiento de las promesas, pero el enojo está dirigido hacia los 'culpables' construidos por el discurso presidencial.

El gobierno estadounidense disminuyó su efectividad, se pasmó frente a la pandemia, fue incapaz de resolver los problemas básicos de muchas comunidades y, además, avivó el fuego del conflicto interracial, dormido o en descanso por décadas.

Hay grandes lecciones para México con nuestro propio líder del mismo perfil. Esperemos ser capaces de leerlas con claridad y aprender de ellas.

COLUMNAS ANTERIORES

Tensiones en Estados Unidos
Alerta mundial

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.