El Globo

Demócratas cierran filas

Biden no es un candidato progresista, no representa posturas innovadoras, de avanzada, que postulen cambiar modelos o mecanismos.

El retiro del senador Bernie Sanders de la contienda por la candidatura presidencial en el Partido Demócrata dejó, la semana pasada, el camino libre para Joe Biden, para el que su candidatura está asegurada, pero no así su victoria.

Hillary Clinton, candidata presidencial demócrata en 2016 contra Donald Trump, declaró en entrevista, hace ocho días, que el tardío respaldo de Sanders hace cuatro años "lastimó" su campaña. Hillary nunca pudo conectar con los votantes jóvenes y vanguardistas de Sanders quienes, decepcionados de perder a su aspirante a candidato, simplemente no votaron, no respaldaron a Hillary o, peor aún, votaron por Trump. Ese riesgo, sigue presente.

Biden no es un candidato progresista, no representa posturas innovadoras, de avanzada, que postulen cambiar modelos o mecanismos. Sanders lo era, no sólo en sus propuestas económicas y de apoyo a clases trabajadoras, sino en su sistema de salud y cobertura general. Sanders goza aún de un extendido apoyo entre jóvenes generaciones, votantes de inicio, sin compromiso alguno con partidos o registros. Ese es, y fue, el potencial de Bernie en sus dos aspiraciones para convertirse en candidato. Biden representa al statu quo demócrata, al establishment del partido, no sólo a la cúpula y a la dirigencia, sino a las ideas clásicas de los demócratas: programas sociales de cobertura media, financiamiento y programas de cobertura médica para clases trabajadoras y personas mayores sin seguro (Medicaid, Medicare) impulso a minorías, relajación en política migratoria, etcétera. Todo muy visto y muy gastado.

El presidente Obama realizó la hazaña de lanzar un programa de asistencia médica a millones sin cobertura de seguro: Obamacare, que la administración Trump ha pretendido eliminar en tres ocasiones sin éxito en la Cámara de Representantes.

Biden requerirá de mucho más que su sonrisa amable, su caballerosidad clásica, para ganar a los simpatizantes demócratas de otras corrientes: Bernie de forma muy señalada, pero también Warren y otros.

Muchos tendrán que realizar renuncias para aceptar al candidato y construir propuestas bajo el paraguas de su campaña. No habrá alternativa. Biden no se puede erigir en el vencedor, sino en el gran conciliador de propuestas, iniciativas, planes e ideas renovadoras para una nueva candidatura demócrata. En esa línea, deberá integrar a Sanders y su equipo, a Ocasio-Cortés, a voces mucho más representativas en el sector hispano donde no goza de gran aceptación.

De la misma forma, el respaldo moral y la figura de Obama lo impulsa en la comunidad afroamericana, pero no es suficiente. Necesita más, rostros, voces, representantes que le atraigan el respaldo extendido de votantes.

Será una campaña totalmente sui géneris por la pandemia, los cierres, el temor presente en muchas comunidades. Biden está obligado a no confiar en el creciente desprestigio del presidente Trump y su torpe manejo de la crisis, sino que tendrá que salir de su habitual traje de senador eterno, vicepresidente por dos años, para ir en busca de todos los electores del país, no sólo aquellos descontentos con Trump, sino los que quieren más, un nuevo rostro de país, una mejor distribución de la riqueza.

Si no lo logra, repetirá el caso de Hillary, quien se pensó vencedora y presidenta porque así lo indicaban los números y los sondeos. Biden tendrá que hacer cosas que le resulten incómodas: ir a barrios pobres, latinos, afroamericanos, romper el estereotipo del candidato demócrata viejo, con ideas anquilosadas. De otra forma, no podrá vencer a Trump.

Designar ya a una compañera de fórmula mujer, de otro segmento social, racial, religioso, puede que le ayude a inyectar energía a su campaña con una voz progresista. Kamala Harris es la más mencionada por su fuerza y su empuje. Veremos las decisiones en las semanas que vienen.

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