El Globo

Aviso de Trump

Al gobierno mexicano, instalado en la cerrazón de “no habrá rescates como en el pasado”, debieran preocuparle seriamente las declaraciones del presidente estadounidense.

En su conferencia de prensa diaria –nueva costumbre en la Casa Blanca desde la crisis sanitaria–, el presidente Donald Trump declaró con su primitiva transparencia "no vamos a estar muy felices si se interrumpen las cadenas de proveeduría".

La declaración podría pasar desapercibida, pero envía un mensaje claro y contundente: aquellas industrias cuyas cadenas productivas dependan de productos, grandes o pequeños, partes o ensamblajes que vengan desde México –y Canadá– y se vean interrumpidas, van a provocar una reacción.

Al gobierno mexicano, instalado en la cerrazón de "no habrá rescates como en el pasado" debiera preocuparle seriamente.

Industrias como la automotriz, cuyas cadenas productivas están profundamente eslabonadas entre ambos países, donde un motor cruza en promedio nueve veces la frontera entre Estados Unidos y México para agregarse, componerse, integrarse con nuevos componentes o partes, se verán gravemente afectadas con el cierre.

Pero no es la única rama industrial o manufacturera estrechamente enlazada. Buena parte de la producción agrícola de Michoacán, de Sinaloa, de Coahuila, se va a Estados Unidos.

Tan sólo ayer anunciaron que los cruces fronterizos –no esenciales– permanecerán cerrados por otros 30 días, con el grave impacto que esto tendrá al transporte de carga, el comercio y tantas otras actividades.

El gobierno de Estados Unidos presentó su plan de reactivación económica que pretende impulsar desde finales de abril y todo mayo. Donald Trump está obsesionado con reabrir la economía lo antes posible, consciente de que sus probabilidades reales de reelección, dependerán, en buena medida, de reducir al máximo el impacto económico de la pandemia. Por ello, listo o no, con las medidas de control o sin ellas, con la curva de contagios –casi 30 mil casos por día– en descenso o aún en crecimiento, Trump presiona para abrir y reactivar los negocios.

Esto lo llevó toda la semana pasada a una confrontación con los gobernadores que se rehúsan a adelantar medidas. El viernes pasado, simpatizantes de Trump fueron movilizados en estados demócratas para protestar contra los gobernadores. Tan sólo ayer, algunos de estos manifestantes fueron confrontados por empleados de la salud, que insisten en el aislamiento y la cuarentena.

López Obrador presume de su cercana y confiable relación con el volátil y sulfúrico Trump. Hasta hora, los servicios fronterizos para contener a los migrantes centroamericanos han sido tan eficientes por parte de las autoridades mexicanas, que Trump lo festeja y lo aplaude continuamente. Incluso ofreció la ayuda con los respiradores artificiales –200 por semana ha prometido AMLO– y con la vergonzosa pifia de Rocío Nahle en la cumbre de la OPEP.

Pero Trump ha demostrado que no es confiable y que cuando los escenarios se le complican, reacciona de forma inesperada e intempestiva.

Bien haría el presidente López Obrador en revisar con la Secretaría de Economía –inexistente– o con las cámaras industriales o con el ajonjolí de la Cancillería, aquellas industrias que pueden estar en riesgo de suspender sus cadenas de suministro y proveeduría a Estados Unidos.

Lo que menos necesitamos en toda esta crisis, es el enojo y el desplante del amigo de nuestro Presidente.

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