El Globo

Navalni: el héroe

Alexéi Navalni era un preso político a los ojos del mundo entero. Las acusaciones en su contra fueron fabricadas para mantenerlo en prisión.

Ya no existen héroes en nuestros tiempos. Esos gigantes sociales, demócratas, impulsores de la paz y del respeto a la humanidad. Los titanes como Gandhi, Luther King, Mandela y otros admirables.

Hay, tal vez, los héroes de todos los días, los cotidianos, los que en silencio y con enorme compromiso trabajan por los derechos de las mujeres en todo el mundo, por la libertad de expresión, por defender la democracia, etcétera.

Alexéi Navalni (47 años), ruso de nacimiento a las afueras de Moscú, alcanzaba esa exclusiva categoría: héroe.

No sólo tuvo el arrojo y el valor de oponerse al todopoderoso sátrapa ruso Vladímir Putin en las elecciones parlamentarias de 2011, cuando el Partido Rusia Unida, del presidente, arrasó con escaños parlamentarios borrando casi por completo a la oposición.

Navalni denunció robo, fraude electoral, régimen autoritario y corrupción de Putin y sus allegados.

Por esos años denunció también el “versallesco” palacio del mar Negro en el que descansa y vacaciona el presidente ruso. Alcanzó tal dimensión mundial el escándalo, que Putin tuvo que salir a decir que era de un empresario amigo que se lo prestaba; que no era de su propiedad.

Desde entonces Navalni fue perseguido, acosado, amenazado una y otra vez, hasta que finalmente la larga y criminal mano de Putin lo alcanzó en 2020-2021 con un envenenamiento. Ya había sucedido con otros disidentes y críticos del autócrata: años atrás envenenó a un exespía de la KGB con plutonio enriquecido, quien fue a morir a Londres en unas brevísimas tres semanas, en que terminó como ciruela pasa, consumido y arrugado.

Otro fue el caso de un candidato opositor a la presidencia de Ucrania hace más de 10 años, un personaje carismático y de apuesta apariencia física que usaba su imagen en sus campañas. Fue desfigurado del rostro con un químico arrojado en la calle.

Ese es el sello Putin, su estilo criminal y despiadado. A Navalni le suministraron un agente químico neurológico llamado Novichok que, en esencia, destruye el sistema neurológico central en pocos días.

Fue atendido de emergencia en Alemania (2020), donde lograron salvarle la vida (estuvo en coma tres semanas) y pudo milagrosamente recuperar su fuerza y su salud.

Pero Navalni, de forma heroica, decidió volver a Rusia, a dar la batalla desde adentro, dijo entonces, y tan sólo al aterrizar en Moscú fue detenido en el mismo aeropuerto (enero 2021) y trasladado a una prisión.

Sus seguidores y abogados lo instaron a convertirse en un líder opositor en el exilio, sobreviviente además de un ataque brutal contra su vida.

Navalni se negó. Afirmó a su esposa y familia que debía regresar para estar cerca de la gente. Lo hizo y pasó los últimos tres años de su vida en prisión.

En septiembre-octubre desapareció de la cárcel donde estaba recluido cerca de Moscú, y donde sus abogados y simpatizantes los visitaban cada semana para comprobar el deteriorado estado de salud del disidente.

En enero de 2023, alrededor de 150 médicos (incluidos los que lo habían atendido a causa del envenenamiento) enviaron una carta pública a Vladímir Putin señalando las graves condiciones de salud del líder político.

En septiembre, decíamos, desapareció de su prisión y durante tres semanas estuvo ilocalizable. El sistema penitenciario no informaba a sus abogados. Tres semanas después fue ubicado en la prisión de Yamal-Naneter, el conocido Gulag del Lobo Polar, a 2 mil kilómetros de Moscú hacia Siberia, muy cerca del círculo polar ártico.

La congeladora para los presos políticos graves contra el Estado.

En estos tres años lo acusaron de fraude, de extremismo político, de desviación de fondos de su fundación y partido en su propio beneficio. Primero lo sentenciaron a una condena de cuatro años, y después otra de 19 años.

Navalni era un preso político a los ojos del mundo entero. Los casos fueron fabricados para mantenerlo en prisión.

Su muerte, más allá de las especulaciones de un asesinato, se registra justo a un mes del inicio del nuevo periodo electoral en Rusia, en el que Putin pretende su sexto mandato en 25 años. Por cierto que compite sin contrincante ni opositor –¿quién se atrevería?–.

Navalni dejó un mensaje a través de sus abogados desde hace años: “Si muero, no se rindan, somos mucho más fuertes contra las fuerzas del mal”.

Como muchos habían pronosticado, regresar a Rusia significaba confirmar su sentencia de muerte. El viernes se concretó.

El héroe Navalni, el valiente que levantó la voz contra un régimen autoritario, censor, represor brutal y asesino de disidentes, cumplió con su rol histórico, pronosticado por todos, cuando Putin lo encarceló.

La represión es de tal naturaleza en Rusia, peor que en los tiempos soviéticos, que a quienes se atrevieron a dejar flores en monumentos a víctimas del Estado, o luchadores por la libertad, fueron arrestados o ahuyentados por la policía en varias ciudades.

Navalni, el héroe, será la pesadilla presente en la próxima campaña de Putin. No podrá librarse de su memoria ni de su presencia entre la ciudadanía.

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