Como cada año, la Cámara de Representantes en Estados Unidos debe aprobar el Presupuesto federal del gobierno para el año siguiente. Especialmente el rubro que establece ‘el techo de la deuda’, el tope que fijan los representantes sobre la cantidad de dinero que podrá el gobierno adquirir como deuda, lo que incrementa el déficit fiscal.
La administración Biden ha venido aumentando el gasto de forma muy expansiva, estrategia que muchos califican de electorera. Gastar dinero en créditos, obras, empleo, programas sociales, en aras de impulsar la economía e inundar de dólares el mercado de consumo interno rumbo a las elecciones.
Los economistas dirían que es un efecto artificial que produce la sensación entre los ciudadanos de que la economía va muy bien, cuando en realidad es gasto amparado por deuda que, tarde o temprano, tendrá que pagarse.
Los republicanos en la cámara se oponen a este gasto, que consideran excesivo. El ala dura o los ‘ultras’ del partido pretenden, a toda costa, votar en contra y provocar lo que se conoce como “el cierre del gobierno”.
Cuando el Ejecutivo y el Legislativo no se ponen de acuerdo en el techo de la deuda y el gasto al iniciar el nuevo año fiscal (febrero), se congelan todas las cuentas de pagos del Departamento del Tesoro, porque, por ley, no existe un marco legal de operaciones aprobado por el Congreso.
Esto quiere decir que el gobierno no tiene dinero que gastar, para pagar nóminas a burócratas, gastos a programas e iniciativas de dependencias gubernamentales, y el gobierno, en los hechos, se paraliza: se cierran oficinas, dejan de acudir empleados federales en todo el país.
Es un caos efímero –dura dos o tres días–, pero tiene un fuerte impacto político: daña al presidente por su incapacidad para negociar con el Congreso.
En año electoral esto es doblemente dañino, porque lastima las aspiraciones y la percepción pública de tener “un gobierno eficiente”.
Pero más allá, también perjudica al partido opositor en el Congreso, en este caso a los republicanos.
A nadie conviene un cierre de gobierno, pero se ha utilizado en años recientes como un instrumento de los representantes para presionar al presidente a gastar menos.
En esta ocasión particular, existe la consigna, casi la misión, de los republicanos ultraderechistas de boicotear a Biden en todas direcciones y sentidos. Deteriorar su imagen ante el electorado para “bajarlo” en las encuestas.
Un cierre de gobierno tiene aún más implicaciones, financieras, de impacto bursátil, de imagen internacional, etcétera. Pero la política se impone ante toda consideración económica y financiera. Todos pierden, el país en su conjunto, pero parece no importarle a nadie.
Mike Johnson, nuevo presidente de la Cámara baja en el Capitolio, está proponiendo alternativas de negociación para evitar el cierre, pero enfrenta al ala dura de su propio partido.
Este mismo mecanismo de extensión de Presupuesto ya le costó la cabeza al señor McCarthy, anterior presidente de la cámara, y parece haber perdido toda lógica de negociación y de diálogo.
El gobierno quiere tener aprobado su Presupuesto, con los paquetes de ayuda a las dos guerras: Ucrania y Gaza, además del extenso gasto interno.
Los republicanos, fieles a su tradición de control administrativo, pretenden disminuirla, más por golpear a Biden que por reducir el gasto.
Hoy martes, por la tarde, veremos si el señor Johnson logró conseguir los votos para impulsar su iniciativa y evitar el cierre. Está por verse.
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En Buenos Aires, muy al sur del continente, tuvo lugar el tercer debate entre los dos aspirantes presidenciales: Sergio Massa, del peronismo oficialista (Kirchner, Cristina, Alberto Fernández), frente a Javier Milei, el disruptor candidato derechista de oposición que ha venido a modificar todas las premisas electorales del país.
Los analistas coinciden en que Massa (exsecretario de Economía, autor del mayor déficit en Argentina) se impuso por profesionalismo y experiencia.
Milei se vio desubicado, incapaz de pasar a la ofensiva y descolocado.
La segunda vuelta electoral se realizará este domingo 19 y, por ahora, los números le otorgan ventaja a Massa.