El Globo

‘Persona non grata’

López Obrador fue declarado ‘persona non grata’ por el Congreso del Perú por sus declaraciones intervencionistas e irrespetuosas contra la presidenta de ese país.

Es un término común en lenguaje diplomático. Como se declara en latín, aplica a múltiples lenguas: se dice igual en inglés, francés, español, etcétera.

Quiere decir que determinada persona no es bienvenida, es rechazada por una institución o gobierno. En términos simples, se trata de una persona indeseable a una comunidad o país.

Nuestro Presidente, el ilustre Andrés Manuel López Obrador, fue declarado persona non grata por el Congreso del Perú.

La causa reside en las continuas, repetidas e incesantes declaraciones intervencionistas e irrespetuosas que el representante de México ha hecho a la presidenta y al gobierno de ese país.

Ya habíamos abordado el tema en días recientes, expresando profunda vergüenza por el jefe de Estado mexicano, emitiendo comentarios groseros y majaderos a la jefa de Estado de otro país.

Pero ahora el Congreso de Perú responde, con absoluta justicia y sensatez, al declarar “indeseable” a nuestro Presidente. No podía ser de otra forma.

La ideología dominante y la obtusa visión del mundo que porta nuestro Presidente han conducido a estos excesos.

Nunca antes, un jefe de Estado mexicano había recibido tan vergonzoso calificativo internacional. Ni cuando Cárdenas recibió al exilio español rechazado por la entonces España franquista, o cuando Echeverría recibió al exilio chileno, que escapaba a la dictadura de Pinochet.

Esos gobiernos, agraviados por el no reconocimiento formal de México, y más aún, otorgando asilo a quienes, en rebeldía y oposición, escapaban de sus filas, no castigaron jamás con el deshonroso calificativo de persona non grata a ningún presidente mexicano.

López Obrador ha sido incapaz de rechazar los excesos del sátrapa nicaragüense Daniel Ortega, ha cerrado los ojos ante la crisis humanitaria en Cuba, los abusos en Venezuela o la mismísima invasión de Putin a Ucrania.

Ha guardado silencio porque así conviene a sus intereses ideológico-políticos. Incendia a sus masas, complace al graderío. Imagine usted el despropósito del señor Sánchez Anaya –presidente eterno del PT en México–, que organizó un extraviado acto de apoyo a Rusia en el Congreso mexicano.

López Obrador, calladito. Ortega es un prócer de la democracia que encarcela a opositores y expulsa de Nicaragua a quien le place, retirándoles actas y registros de nacimiento: los borra de la historia en ese país.

Nada dice de los derechos humanos pisoteados reiteradamente en Cuba y de muchos otros sitios con abusos.

Pero eso sí, se molesta e interviene continuamente en Perú por el caso Castillo, hoy encarcelado, y la señora Boluarte al frente del país por designación de su Congreso.

Es una desgracia diplomática. Una vergüenza internacional que adopte posiciones faltando el respeto a la investidura.

Esa no es la opinión de México ni de los mexicanos. No es siquiera la postura oficial de la Comisión de Relaciones Exteriores en el Senado.

AMLO expresa su opinión individual, su pensamiento legítimo, aunque extraviado, que poco favor le hace a la República Mexicana.

¿Por qué eligió convertirse en el abogado de Castillo, a quien, por cierto, no conoce y del que tiene pocas referencias?

Como hizo en su momento con Evo Morales, para quien después tuvieron que acelerar una salida más o menos digna hacia Argentina porque Washington expresó su incomodidad.

Entre los legados indignos de esta administración, quedará la sesgada, poco diplomática, sobreideologizada relación internacional de México con el mundo.

Dañadas nuestras relaciones con España, extremadamente tensas con Estados Unidos, afectadas también con Canadá, e incluso con múltiples asperezas con Guatemala, López Obrador ha afectado, entorpecido y lastimado el prestigio y la reputación de México en el mundo.

COLUMNAS ANTERIORES

Tensiones en Estados Unidos
Alerta mundial

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.