El Globo

Carlos III: retos y desafíos

Carlos III tendrá que demostrar en las semanas y meses por venir todos los talentos, competencias y cualidades con los que fue formado todos estos años.

El mundo entero se ha volcado en muestras de respeto, homenaje, tributo y admiración hacia su majestad Isabel II. Su fallecimiento ha provocado una inusitada defensa de la institución monárquica en el Reino Unido, encarnada en una mujer transgeneracional, que supo tender puentes y conectar épocas y contextos históricos distintos.

Sin ser una feminista, ni tampoco una vanguardista promotora del cambio, Isabel II se vio forzada a encabezar a un Estado otrora imperial y poderoso, que al paso de las décadas fue reduciendo su importancia, su peso específico en el mundo y, por ende, su influencia en muchas zonas del planeta. Contribuyó sensiblemente en la integración de una nación multicultural, polirreligiosa, con lazos y conexiones con muchos rincones del mundo.

Encarnó a una mujer de Estado, con visión y capacidad diplomática, de profundo impacto en sus súbditos en todo el planeta. Fue capaz de construir diálogo, de otorgar consejo, de escuchar con atención la consulta de ministros y jefes de Gobierno en todos los rincones del globo.

En estos días de luto sombrío en el Reino Unido, escuchamos testimonios de líderes y exfuncionarios que tuvieron el privilegio de conocerla, tratarla, acercarse a su oído y poder conversar temas profundos. Lo dicen políticos de Canadá, Australia, India e incluso Sudáfrica. Ya no digamos todos su ex primeros ministros vivos. Tal vez el momento de mayor seriedad –el único, afirman algunos– de Boris Johnson como saliente jefe de Gobierno fue el sentido discurso en los Comunes dedicado a ensalzar a su majestad.

Pero no todo es armonía y consenso.

Para el sucesor y nuevo monarca, Carlos III, el escenario puede complicarse. El nuevo rey no es su madre, y ciertamente, como señala la protocolaria línea de sucesión al trono, Carlos asume la corona y todas las responsabilidades como jefe de Estado, pero no hereda el carisma, la sutileza, la dignidad que su madre emanó a lo largo de siete décadas en el trono.

Carlos tendrá que construir estas habilidades y conquistarlas por sí mismo, con enormes desventajas.

La primera, el tiempo: Carlos asume el rol de soberano a los 73 años de edad, sólo 43 años más viejo que su madre. No tendrá, como es lógico, el tiempo ni la longevidad necesarios para edificar todo lo que su madre conquistó como monarca.

La segunda, su propia personalidad. Y ésta es una de las grandes interrogantes en los primeros días de su reinado, aun bajo el luto nacional bajo la pérdida. Para sorpresa de muchos observadores y biógrafos reales, Carlos ha tenido uno o dos detalles de cercanía con la cudadanía. Se ha acercado a recibir el saludo y la condolencia de miles a las afueras de Buckingham, y también en Edimburgo. Algo esencialmente contrario a su estilo de distancia e incapacidad de acercamiento popular.

Una más es el escenario político y financiero al interior del Reino Unido, y geopolítico en el mundo.

Por lo pronto dos naciones integrantes de la Comunidad Británica de Naciones (Comonwealth), Barbados y Bermuda, declararon ya que “muerta la reina, no quieren un nuevo rey”.

Por el contrario, Nueva Zelanda ha afirmado que no buscará transformarse en una república al desconocer al nuevo monarca como jefe de Estado. Faltan otros dos gigantes: Canadá y Australia.

De las 54 naciones que integran la comunidad, fibra sensible y esencial en las prioridades de la fallecida reina Isabel, podrán aparecer otras que busquen separarse del tutelaje británico y declararse repúblicas, sin reconocimiento a Carlos III como su jefe de Estado.

El caso más sensible lo puede representar Escocia, que tiene previsto un nuevo referéndum en 2023 para buscar su separación del Reino Unido.

Tal vez las profundas muestras de afecto, reverencia y admiración por la reina vividas estos días en Edimburgo puedan aplazar un poco ese sentimiento, pero no demasiado.

Carlos III tendrá que demostrar en las semanas y meses por venir todos los talentos, competencias y cualidades para las que fue formado todos estos años.

Mantener al reino –literalmente– unido será su primer reto. Y la Comunidad Británica, de cuyos integrantes recibió ya condolencias y mensajes de reconocimiento durante el fin de semana en Buckingham, será el desafío diplomático más trascendente que pueda desempeñar en vida.

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