El Globo

Misión Kamala: migración

El equipo de la vicepresidenta Harris ha trabajado en deslindarla del manejo fronterizo entre Estados Unidos y México, un tema radioactivo para su futuro político.

El mensaje es claro: “No vengan” a Estados Unidos, fue lo que dijo ayer la vicepresidenta Kamala Harris en Guatemala. No hay interpretaciones, ni ambiguos subtextos: no quiere el gobierno de Biden la llegada de más inmigrantes indocumentados procedentes de donde sea, pero especialmente de Centroamérica y de México.

La misión asignada por el presidente Biden a su compañera de fórmula y hoy vicepresidenta no es sencilla. Tal vez sea uno de los temas sociales más delicados para la Unión Americana, especialmente porque la administración Trump fue eficiente en disminuir el flujo de migrantes. Los mexicanos sabemos cómo lo logró, extorsionando al gobierno de López Obrador a convertirse en su policía y muro migratorios para evitar la cancelación del TLCAN primero, y del TMEC después.

Pero desde que Trump se fue, los controles fronterizos se han relajado y Biden teme un resurgimiento republicano avivado por los flujos de indocumentados.

El equipo de la vicepresidenta Harris ha trabajado en deslindar a Kamala del manejo fronterizo entre Estados Unidos y México, un tema radioactivo para el futuro político de la señora Harris.

Por ello, su objetivo y discurso en Guatemala se centró en establecer criterios de control, inversión, atención migratoria in situ –propuso la creación de un centro en Guatemala que atendiera las solicitudes de asilo– para evitar el traslado vía México hasta la puerta trasera estadounidense.

Pero hubo más: dos temas delicados que para México, el día de hoy, serán especialmente sensibles. Kamala le dijo al presidente Giammetei, de Guatemala, que estarán especialmente atentos al combate a la corrupción –ese gobierno ha perseguido a funcionarios que combaten la corrupción en Guatemala– y le expresó que apoyaban el fortalecimiento de la sociedad civil.

A partir de esta mañana, la vicepresidenta Harris se reunirá con el presidente López Obrador con mensajes semejantes. Uno: medidas, estrategias y mecanismos para contener, disminuir y neutralizar la migración. La centroamericana y también la mexicana.

Aquí podrá haber algunos puntos de coincidencia, puesto que AMLO siempre ha sostenido –bueno, antes de militarizar la frontera bajo presión de Trump– que era necesario atacar las causas de la migración, invertir en desarrollo social y crear fuentes de empleo. Kamala y Biden poseen una visión similar, que puede consistir en una derrama económica desde Washington para proyectos sociales y productivos en Centroamérica.

La clave será qué hacer con la Guardia Nacional. ¿Seguirá vigilando y resguardando la frontera sur de México y la sur de Estados Unidos? México ha dedicado casi la corporación entera (75 por ciento) a esa labor, convirtiéndola más en guardia fronteriza que en cuerpo de seguridad nacional. ¿Kamala le va a pedir a AMLO que mantenga a todos esos efectivos?

El gobierno de López Obrador lo niega, pero todos los mexicanos sabemos que esa tarea ha tenido un costo en materia de seguridad, ante la irresponsable ausencia de una estrategia de combate al crimen organizado. El resultado está a la vista de todos: espacios abandonados por la seguridad federal, ocupados de forma creciente por el crimen.

La violencia política histórica registrada en las pasadas elecciones es resultado directo de esa lamentable política de brazos cruzados. ¿Cómo ha respondido el crimen? Demandando, ocupando, tomando más espacios de poder, de ruta, de tránsito y de acceso a presupuestos y dineros públicos y privados.

Y luego están los delicados temas de las ONG y la sociedad civil organizada que Kamala acaba de defender en Guatemala y que a AMLO tanto molesta, porque las identifica como opositores a su gobierno financiados desde Washington.

La USAID, Agencia para el Desarrollo Internacional del gobierno de Estados Unidos, provee fondos a nivel mundial desde hace más de 50 años a proyectos sociales, productivos, de fortalecimiento democrático, de lucha contra la corrupción y defensa de los derechos humanos. López Obrador lo ha calificado como una intromisión.

El diálogo con Giammetei no fue del todo terso, especialmente cuando tocaron el tema de la corrupción en aquel país. Esperemos a conocer los términos del diálogo entre AMLO y Kamala.

Para quienes juran y aseguran que la vicepresidenta viene a leerle la cartilla al presidente de México, a señalarle la atención que ponen desde la Casa Blanca a su tono autoritario, a su intervención en la Suprema Corte, al maltrato y violación de contratos en materia energética con empresas americanas y canadienses, mucho me temo, se llevarán un palmo de narices porque no va a suceder.

Los demócratas no tienen el cavernario estilo amenazante de Trump. Cada uno de esos temas seguirá su cauce, civil, diplomático, binacional. No será un asunto de Estado.

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