Leon Opalin

Frágil situación de Siria

Con la crisis económica libanesa y su frontera cerrada ya no se envían las remesas que son vitales para la supervivencia de las familias sirias.

Siria entró en marzo pasado en el décimo año de una guerra civil que ha causado alrededor de 500 mil muertos y un gran número de heridos, asimismo, gran parte del país experimenta destrucción en viviendas, edificios públicos y en la infraestructura en general. El conflicto ha provocado desplazamientos masivos de personas, las cuales en el presente son las más afectadas por el Covid-19. A principios de abril pasado Siria fue sometida a un cierre parcial de emergencia, alrededor de 6 millones de personas se han refugiado en el exilio y más de 6 millones desplazados internamente.

El Sistema de Salud se encuentra en un estado precario, la mitad de los Centros de Salud no funcionan o lo hacen parcialmente. El declive económico que registra Siria ha generado una situación de vulnerabilidad para millones de personas. Aunque gran parte del país ha vivido una mayor estabilidad durante el último año, todavía hay zonas de hostilidad activa donde las condiciones de vida de la población son particularmente difíciles; es el caso de la zona de Idlib y sus alrededores, en donde un millón de personas han sido desplazadas en los últimos meses. Alrededor de 100,000 viven en campamentos en el noreste del país, millones de personas desplazadas se enfrentan a condiciones similares en otras partes de Siria.

Los desplazados por el conflicto viven en refugios temporales y los campamentos tienen condiciones de saneamiento deficientes, y reducido acceso a la atención médica y a una alimentación adecuada. En este ámbito, un gran número de personas que requiere atención especial son las que se encuentran en sitios de detención. En este contexto, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) con sede en Ginebra, una organización humanitaria que protege a las víctimas de guerra y de la violencia interna, junto con su asociada operacional, la Media Luna Roja Árabe Siria, durante los últimos nueve años han fortalecido sus programas para salvar vidas, y para desarrollar respuestas específicas destinadas a prevenir o mitigar la propagación del Covid-19 en un entorno de alta vulnerabilidad. La operación del CICR en Siria es la más grande de la institución a nivel mundial.

Los programas a gran escala del CICR en Siria se registran en los ámbitos del agua y hábitat, salud, seguridad económica y protección humanitaria, con la aparición del Covid-19 han cobrado un papel importante las medidas de saneamiento, de la alimentación y del estado de salud de millones de personas. Asimismo, el CICR ha realizado una distribución de artículos de higiene personal a comunidades internamente desplazadas. Se ha proveído desinfectantes y material para el control de contagios al personal de salud.

En el conflicto civil en Siria han intervenido al menos cinco potencias globales y regionales lo que lo convirtió en un conflicto mundial de baja intensidad, empero, que hoy día se reduce a una contienda residual que se concentra en la provincia noroccidental de Idlib, último bastión de la oposición al presidente Bashar al Assad. A pesar de la ayuda del CIRC, el 80.0% de los sirios viven debajo del umbral de la pobreza y la mitad de la población depende del apoyo humanitario del exterior.

El proceso de recuperación de Siria llevará muchos años con un costo de reconstrucción de 400,000 millones de dólares. En medio de la devastación el dictador al-Ássad se dispone a ser elegido nuevamente como presidente en el 2021 en unos comicios sin pluralismo efectivo que seguramente le darán el triunfo, sin embargo, tendrá que ejercer el poder sobre un territorio convertido en protectorado de Rusia e Irán, sus aliados que le libraron de una inminente derrota ante los insurgentes. Rusia ha defendido ante todo sus intereses estratégicos en Siria, en particular sus bases aeronaves en la provincia Costera de Latakia, las únicas disponibles por la flota rusa del Mediterráneo e Irán a través del movimiento terrorista Hezbollah de Líbano busca consolidar su presencia en Siria para eventualmente enfrentar militarmente a Israel.

Siria entra al décimo año de un conflicto que tiende a perpetuarse. Los sirios desterrados en Turquía (3.7 millones) en Líbano, (1.5 millones) en Jordania, (600,000) y en otras regiones del Medio Oriente y Europa no tienen a donde regresar en Siria, destruida por la guerra.

Por otra parte, Siria está en el ojo de la justicia internacional, quedan pendientes incontables ejecuciones extrajudiciales, más de 60,000 casos de tortura, medio millón de detenciones arbitrarias, ataques con armas químicas como el de la comarca rebelde de Guta Oriental, en la provincia de Damasco, que causaron cientos de muertos en 2013. El régimen de Assad ha sido verdaderamente de terror.

En el entorno de destrucción y de caos que prevalece en Siria las autoridades sanitarias están en una situación de gran vulnerabilidad para enfrentar la pandemia del Covid-19. Tan sólo 58 de los 111 hospitales públicos con los que contaba Siria antes del conflicto siguen en funcionamiento con grandes deficiencias, mientras que el 70.0% del personal médico ha huido al extranjero. No obstante, que el gobierno ha distribuido cartillas de racionamiento de combustibles y alimentos, se ha visto obligado a relajar las medidas preventivas con la reapertura de los comercios y la reactivación de la vida económica.

Por otra parte, para aliviar la grave crisis que vive la economía Siria, Rusia ha llamado al levantamiento de las sanciones económicas impuestas a Damasco por EUA y la Unión Europea. Paralelamente el Alto Representante de la Unión Europea para Política Exterior, Josep Borrell, recalcó que las sanciones a Siria no deben de impedir que se entregue equipamiento esencial y suministros a las zonas más necesitadas durante la pandemia y así evitar que se perjudique a la población civil.

La crisis financiera y económica que sacude a Líbano ha puesto de manifiesto la extrema dependencia que Siria tiene del sistema bancario libanés, su única vía de escape a las sanciones internacionales y el acceso a divisas. La amenaza del Covid-19 y la recesión mundial que ya se está viviendo anticipan agudizar la triple crisis social, económica y sanitaria en un país sumido en una guerra que ya se alarga por casi un decenio. La frontera con Líbano había sido la única que permaneció abierta a lo largo del conflicto sirio, hasta su cierre a mediados de marzo pasado para evitar la propagación de la pandemia.

El 20.0% de los depósitos bancarios en Líbano pertenece a ciudadanos sirios que al inicio de la guerra (marzo 2011) transfirieron sus ahorros, ahora su dinero ha sido bloqueado por las medidas de control de capital impuestas por los bancos libaneses. Se estima que el valor de los depósitos bancarios sirios en Líbano suma 30,000 millones de dólares.

En este entorno de la relación sirio-libanesa la devaluación de la libra libanesa ha provocado el hundimiento de la siria en su paridad respecto al dólar. Después de tres décadas anclado en un cambio fijo, el valor de la libra libanesa frente al dólar ha caído en más de 60.0% desde que el pasado 17 de octubre estallaran las protestas sociales en el País de los Cedros.

El consumo interno de Líbano y Siria depende en 80.0% de las importaciones, mientras que la inflación ha disparado los productos básicos hasta en un 40.0%, de manera que la seguridad alimentaria se ha convenido en prioridad tanto para Beirut como para Damasco. En Siria la falta de divisas dificulta la importación de trigo, ingrediente básico para la producción del pan, de aquí las largas filas a las puertas de las panaderías.

Conforme un mayor número de sirios y libaneses cae bajo el umbral de la pobreza y pasa a engrosar las filas del descontento social, ambos gobiernos niegan cínicamente su mala gestión.

Sin turismo ni inversión extranjera desde el inicio de la guerra civil en el 2011, la mayor entrada de divisas para Siria eran las remesas. Líbano alberga a 1.5 millones de refugiados sirios, el 25.0% de su población, su gobierno ha absorbido a más de 200,000 trabajadores sirios, mayoritariamente en el sector de la construcción. Sin embargo, con la crisis económica libanesa y su frontera cerrada ya no envían las remesas que son vitales para la supervivencia de las familias sirias.

Siria se encuentra en una encrucijada donde la salida del caos que vive no es viable ni en el corto y mediano plazos.

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