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¿Qué le pasa al presidente?

Más allá de alegorías sobre la imagen que puede despertar la mente de nuestro presidente, ha sido recurrente en estos días el tema de su estabilidad mental en diversos artículos de opinión.

Enrique Quintana, hombre ponderado y juicioso que dirige este medio ("atinadamente" como se dice en cualquier desmentido que se precie de serlo) planteaba en uno de sus artículos de esta semana un tema interesante con un título más que sugerente: "Viaje a la mente de López Obrador" (El Financiero 07/04/20). En su texto, Quintana hace de manera respetuosa algunas suposiciones sobre ciertas ideas del presidente, algunas de sus fijaciones y juicios. Al final, hace votos para que el presidente cambie ciertos pareceres en materia económica antes de que sea demasiado tarde.

¿Un viaje por la mente del presidente? Caray, suena divertido o terrorífico. Cualquiera podría empezar diciendo: imaginen una enorme zona blanca, como paisaje invernal en Alaska, una de esas descripciones de Jack London en las que el blanco es total y genera angustia, depresión ¿Algo así podríamos encontrar en la mente presidencial? Por supuesto habría quien apostara a que se trata de un lugar desértico en el que se puede encontrar el cadáver de un animal, un espacio seco, un páramo desolador. No faltaría tampoco el malqueriente que hablara de esa mente como el canal del desagüe, un lugar propicio para las aguas negras o una caverna en la que abundan las telarañas, los animales venenosos; o quizá alguien la imagine como un lugar en el que al entrar hay un letrero que dice: se recibe cascajo.

Más allá de alegorías sobre la imagen que puede despertar la mente de nuestro presidente, ha sido recurrente en estos días el tema de su estabilidad mental en diversos artículos de opinión. Que el presidente muestre constantemente desvaríos y maneje un discurso fuera de la realidad es algo que preocupa más allá de sus ya conocidos dislates. El presidente no parece poder valorar en su justa dimensión el problema por el que atraviesa el mundo. Es justa y genuina la preocupación por el ánimo y las circunstancias síquicas por las que atraviesa el primer mandatario. No estoy pidiendo los resultados de un examen sicológico o que se nos entregue un diagnóstico clínico (sería muy difícil que alguien libre fácilmente alguna de estas herramientas, menos un político), pero quiero defender la legitimidad de la pregunta ¿Qué le pasa al presidente?

El día de ayer en un artículo, Esteban Illades (El otoño del patriarca, El Universal 09/04/20) señala que ya solamente entre sus seguidores "recalcitrantes" puede encontrarse quien defienda lo que sucede y concluye: "Vivimos en un país tornado novela, cuyo protagonista es un personaje que habita la penumbra. Un patriarca que solo habla con su sombra porque la confunde con el pueblo".

En días de emergencia mundial, de urgencia nacional, el presidente habla de que va a continuar con la rifa el avión, amenaza a los empresarios, sataniza a los medios, explica un tuit del papa, y trata de contar chistes sin darse cuenta de que está en un velorio. Antier dijo que iba a crear en nueve meses dos millones de empleos. México en su mejor momento en las últimas décadas, con la economía creciendo, no ha llegado al millón de empleos. Su propia responsable del área laboral anunció que en tan solo un mes se habían perdido más empleos de los generados el año pasado. Hay algo que no checa en los mensajes, y ya es costumbre que quien hace corto circuito con la realidad es AMLO.

Por eso la pregunta es pertinente: ¿Qué pasa, ¿qué hay, en la mente del presidente?

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