Autonomía Relativa

El gran pleito presidencial

No todos aguantan lo mismo, no todos están dispuestao a callar ante el atropello y los desplantes de valentía elemental de quien ocupa la silla presidencial.

Uno no se equivoca si cataloga a nuestro gobierno federal como el 'gran pleito de López Obrador con los demás'. No importa cuando leas esto: el Presidente siempre se está peleando. Ya se ha documentado cómo los gobiernos de corte populista –sea de izquierda o de derecha, o ambidiestro como el nuestro– requieren del pleito constante para mantener a flote su proyecto. Las decisiones de López Obrador tienen que ver sobre todo con la destrucción. Tiene algunas obras públicas en proceso, pero en general podemos decir que destaca por lo que cancela y no por lo que emprende.

Suspender, amenazar, cancelar, quitar, demandar, destruir, ignorar, fulminar, cesar, romper, disolver, son los verbos que más se conjugan en este gobierno (sin quitar los tradicionales de la política mexicana: corromper, engañar, estafar…). Pocas cosas les dan tanto gusto que cancelar algo que funcionaba. A la menor crítica el Presidente señala a los quejosos como corruptos y defensores del antiguo régimen, y sus hordas se aprestan a festejar la suspensión, cancelación o aniquilación del proyecto señalado como torcedor del alma del pueblo bueno –puede ser un aeropuerto o un fideicomiso para proyectos científicos. Nunca miden las consecuencias de lo que cancelan, hasta dónde puede llegar, sino a quiénes pueden afectar y si hay uno que les parezca neoliberal, esa persona justifica la demolición de lo existente.

Algunos datos. Este gobierno no ha construido carreteras, su estimación de construcción en ese rubro para este año es de 63 kilómetros en total. Entre 2009 y 2010 se construyeron más de cuatro mil kilómetros. El promedio de kilómetros construidos por año en el sexenio de Calderón fue de 3 mil 624 kilómetros; en el de Peña Nieto el promedio fue de mil 509 kilómetros anuales, y López Obrador va en 91 (¡sí, noventa y uno!) kilómetros por año (Fausto Barajas, El Heraldo de México 27/10/20). ¿Pero qué tal insultos, pleitos y descalificaciones?

El tema con los pleitos es que se han convertido en una forma de convivencia nacional. Los empresarios enfrentados con el gobierno (si no abiertamente, es claro que de manera soterrada), la oposición peleada entre sí, los gobernadores de oposición peleados con el Presidente, y el Presidente peleado con ellos, con los medios, con la Suprema Corte, con columnistas, artistas y demás. El golpe y el insulto son ya características cotidianas de la vida pública nacional.

La respuesta de los gobernadores a las agresiones del Presidente tiene sentido. Ya va más de un año en que López Obrador sólo tiene para ellos majaderías, descalificaciones y amenazas. Es la norma con él. Pero todos tienen un límite, aunque tengan pasado también tienen dignidad y una responsabilidad por cumplir. Hacer consultas para salirse el pacto federal tampoco parece una gran idea, pero es una respuesta proporcional a los modos presidenciales.

No cabe duda de que seguiremos en los pleitos, son el motor del Presidente, y aparte de eso no le llama mucho la atención hacer otras cosas que no sea viajar y hacer videos para subirlos en 'el feis'. El resultado de esta prolongada política de la gresca presidencial está encontrando respuestas en diversos lados. No todas las personas aguantan lo mismo, no todas están dispuestas a callar ante el atropello y los desplantes de valentía elemental de quien ocupa la silla presidencial.

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