Jorge Berry

Trump, al banquillo

Los dos primeros testigos en el proceso de destitución contra Donald Trump comparecieron ayer ante el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes.

Los dos primeros testigos en el proceso de destitución contra el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, comparecieron ayer ante el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes. William Taylor, el embajador de EU en funciones en Ucrania y George Kent, el funcionario de más alto rango en el Departamento de Estado responsable de Ucrania. Ambos habían ya declarado a puerta cerrada ante el mismo comité, y ambas declaraciones se dieron a conocer en días recientes. Los demócratas esperan que, con las audiencias públicas y los testimonios de algunos -que no todos- los involucrados, la percepción de los delitos cometidos por el presidente Trump penetren la conciencia ciudadana y crezca así el consenso para destituir a Trump.

El asunto es trascendente no solo para EU, sino para el orden geopolítico mismo, pues está en juego el prestigio nacional de Estados Unidos como líder de las democracias liberales en el mundo. Y esta primera sesión no resultó nada positiva para la Casa Blanca.

El tema no es tan complicado. Trump está acusado de extorsionar al presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, para obligarlo a hacer pública una investigación criminal sobre su principal rival político Joe Biden, y usarla como herramienta electoral en los comicios presidenciales de 2020.

Adam Schiff, legislador demócrata de California, encabeza el comité encargado de investigar los cargos, pero en realidad, no hay muchas dudas sobre los hechos, puesto que el propio Trump reveló un resumen de la fatídica llamada telefónica en la que le pide a Zelensky que investigue a los Biden, padre e hijo. Este documento, que no es una transcripción literal, es el centro de la acusación, y hay que hacer una interpretación realmente torcida para no concluir que Trump es culpable. Es lo que intentan hacer los aliados de Trump en las audiencias, pero no hallan por dónde.

La primera estrategia republicana es desacreditar a los testigos. Será muy difícil, porque tanto Taylor como Kent son funcionarios de carrera, con más de 30 años de servicio, y que han trabajado bajo administraciones tanto demócratas como republicanas. Ambos confirman lo que originalmente expuso el informante anónimo, cuya identidad permanece secreta, que fue la existencia de todo un complot organizado por Rudy Giuliani, abogado personal de Trump, quien siguiendo las instrucciones de su cliente armó un aparato paralelo al servicio exterior estadounidense para presionar al gobierno de Ucrania, y a su joven y novato presidente, a intervenir ilegalmente en la elección de 2020 y así ayudar a la campaña de Trump.

Una maniobra diplomática de tal tamaño, no iba a pasar desapercibida por los funcionarios de carrera, y por ello la entonces embajadora de Estados Unidos en Ucrania, Marie Yovanovitch empezó a resistirse. Giuliani habló con Trump, y la embajadora fue relevada de su cargo, y además, amenazada, en una táctica francamente gangsteril. Ella declarará en audiencia pública el viernes.

No hay espacio suficiente para entrar en los detalles de todo lo que apunta a la culpabilidad de Trump, pero créame, son muchos e irrebatibles. Pero tal vez no serán suficientes. ¿Por qué?

El siguiente paso del proceso será elaborar cargos formales que se presentarán al Pleno de la cámara. Cada cargo estará sujeto a votación, y en caso de aprobarse uno o más, cosa probable por la mayoría demócrata en la Cámara baja, el tema irá al Senado, donde se realizará el juicio formal de Trump. Con el presidente de la Suprema Corte John Roberts como juez, demócratas y republicanos presentarán testigos y argumentos. Al final, los senadores, constituidos en jurado, votarán a favor o en contra de la destitución. Se requieren dos terceras parte de los senadores para destituir.

Es ahí donde parece infranqueable la barrera republicana. ¿Se imagina al senado mexicano votando para destituir a Andrés Manuel López Obrador? Yo tampoco.

Dicho lo anterior, si la presión ciudadana crece mucho ante las audiencias, las consideraciones electorales podrían hacer cambiar de opinión a algunos senadores. Ya veremos. Por lo pronto, en este espacio continuaremos siguiendo de cerca todo el circo.

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