Jorge Berry

No se quiere ir

Lo único que le queda a Donald Trump es obstaculizar la transición y perjudicar en todo lo posible a Biden, antes de dejar la Casa Blanca.

El todavía presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sabe que la situación ya no tiene remedio. A partir del 20 de enero de 2021 tendrá que abandonar la Casa Blanca y entregar el poder al ganador de la elección presidencial 2020, el demócrata Joe Biden.

Trump, como todo buen populista autoritario, sigue estimulando entre sus seguidores la creencia de que seguirá peleando la elección, pero ese autobús ya se le fue desde el sábado. Si bien habrá recuento de votos en Georgia, Wisconsin y tal vez Pennsylvania, las posibilidades de revertir el triunfo de Biden, por esa vía, son exactamente cero.

El camino legal también está perdido. Ninguna de las acciones emprendidas por sus abogados en diversos estados ha prosperado. Los jueces que han conocido de los casos, consistentemente derrumban los argumentos trumpianos, porque no hay un solo caso que apunte al fraude que señala.

Lo único que le queda, pues, es obstaculizar la transición y perjudicar en todo lo posible a Biden. Con ello demuestra lo poco que le importa su país y lo mucho que le importa su ego. Pero también eso tiende a pasar, porque sus habilitadores se van acabando.

Todavía hasta ahora, el grupo más conservador de los republicanos defiende a Trump, diciendo que tiene que terminar de presentar sus recursos legales, y esperar los recuentos, pero todos ellos saben que ya no hay marcha atrás.

Bueno, no todos. Estados Unidos tiene un vecino necio en su frontera sur, que se niega a reconocer una realidad ya aceptada por el mundo entero, excepto Putin, de Rusia; Xi, de China; Kim, de Corea del Norte; Bolsonaro, de Brasil, y López Obrador, de México. Los demás, Venezuela y Cuba incluidos, ya felicitaron a Biden.

La embajadora de México en Washington, incluso, en el documento enviado para explicar la incomprensible postura de México, le llama a Biden, "presunto presidente electo". Sostengo que la embajadora Martha Bárcena es una diplomática experimentada y capaz, que tiene todo el mérito suficiente para ocupar esa posición, independientemente de sus lazos de parentesco con la familia real de Palacio, pero ella misma se dio cuenta de lo ofensivo de la descripción. Tuvo que explicar la explicación, y citar sinónimos del vocablo "presunto", que mejor le hubiera servido usar, como "virtual". Todos conocemos la connotación de "presunto", pues siempre se usa en relación con la comisión de delitos.

La terca postura

Independientemente de los motivos reales de la terca y desafortunada postura presidencial, las continuas ofensas a Joe Biden no le dejarán nada bueno a los millones de paisanos que viven allá, y menos aún a los millones que viven acá y que subsisten como resultado de TMEC.

Hay cláusulas firmadas por las prisas del negociador viajero Jesús Seade, que, de ser aplicadas literalmente, nos van a perjudicar, y mucho. Lo primero será enfrentar las consecuencias del desdén presidencial por apegarse al tratado en cuestión energética, y nos caerán encima como las inundaciones de Bartlett a Tabasco, y él será culpable de ambas.

Tristemente, no tengo esperanza alguna de que el Presidente corrija el rumbo, y habrá que recordarle que, pase lo que pase, tendrá que lidiar con Biden el resto de su sexenio.

Biden tiene que sobrevivir a la turbulencia de los próximos dos meses. Hay renuncias, despidos, desplantes, amenazas y reacomodos. Pero, a partir del 21 de enero, veremos una nueva energía y, sobre todo, una sensación del regreso del sentido común y los valores tradicionales a la Casa Blanca.

Al mundo le irá mejor, y a nosotros también, con tal de encontrar alguna forma de restablecer los puentes con nuestro vecino y principal socio comercial.

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