Jorge Berry

Excelencia perdida

La lealtad absoluta, incuestionada, no es una fórmula conducente al buen gobierno. Lo hemos visto en acción ya más de dos años en Estados Unidos.

En la conferencia de prensa mañanera del lunes en Veracruz, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se refirió al gobernador del estado, Cuitláhuac García. Ante las quejas de los reporteros locales, quienes describían a García como un gobernador "ausente", que "no da la cara", López Obrador los atajó diciendo que sí, pero que es un hombre honesto. Es un esquema que se repite a lo largo y ancho de la administración, y no es la única vía para alcanzar la gracia del presidente. También está la lealtad absoluta, incuestionada.

Esta, es por demás decirlo, no es una fórmula conducente al buen gobierno. Lo hemos visto en acción ya más de dos años en Estados Unidos. Los requisitos para formar parte del gabinete o círculo cercano del presidente Donald Trump, son los mismos, a excepción de la honestidad, conspicuamente ausente de su gobierno. Para afuera todo lo que huela a su antecesor Obama, y adelante los 'cuates', los parientes y los leales. Por ello, la administración pública en Estados Unidos, y ahora la de México, están en caos.

El presidente López Obrador mostró esta tendencia desde antes de la elección, cuando dio a conocer quiénes conformarían su gabinete, aunque las dimensiones del desastre no se sabrían hasta su entrada en funciones.

Al asumir como secretario de comunicaciones, Javier Jiménez Espriú comenzó a pronunciarse vehementemente en contra del NAIM. Contaba con el apoyo del constructor favorito del presidente, José María Riobóo (un hombre tan ignorante en la materia, que piensa que los aviones "se repelen") y con el prejuicio presidencial de que, como era iniciativa del expresidente Peña, necesariamente era malo. Un funcionario responsable hubiera consultado expertos y estudios ya realizados, para hacer una recomendación sana y ponderada al presidente. Prefirió irse con lo que el presidente quería oír y es causante directo de una pésima decisión, que perjudica enormemente a la economía y que dejará de crear cientos de miles de empleos. El sexenio entero quedará marcado para siempre por ese error.

Eso es solo un caso, pero hay muchos. El director de Pemex no tiene experiencia en el sector, y el presidente tampoco. Los pocos especialistas que quedan saben que las medidas para salvar a Pemex no tienen sustento, y Pemex será la tumba de la economía nacional. Todo, por ignorancia e ineficiencia de los mandos, incluida la secretaria de energía Rocío Nahle.

El sector salud es otro desastre de incompetencia. No hay medicinas, el ISSSTE ya se declaró en quiebra y los residentes llevan meses sin cobrar. Se esperaba que Conacyt fuera una isla de razón, pero la directora resultó ser una iluminada. Lo mismo pasa en Turismo, en Hacienda, y en la SEP, no se diga. Ya hay pase automático en 1º y 2º de primaria, aunque el alumno no vaya. Igualito que sus maestros de la CNTE.

Por ello, la terrible tragedia de Minatitlán está íntimamente ligada a la incapacidad del gobernador y su séquito. Los cárteles operan a su antojo porque el gobernador no tiene control ni idea de cómo responder. La desgracia es que su lealtad al presidente baste para mantenerlo firme en un puesto para el que no está preparado. Y no es que no haya veracruzanos capaces, hay muchos. Pero si la lista de AMLO se reduce a los leales y los honestos (a veces) no llegaremos a buen puerto.

Por desgracia, Cuitláhuac no es el único gobernador así. Hace unas semanas, en un restaurante de Cuautla, hubo una ejecución similar a la de Minatitlán. Cuauhtémoc Blanco, gran futbolista, no tiene, ni cercanamente, la capacidad para gobernar un estado. Si Morena se sale con la suya, Puebla padecerá la misma suerte.

El ejecutivo exitoso sabe rodearse de expertos capaces que resuelven los retos de la mejor manera, y a él lo hacen brillar. Es una lección que el presidente no ha aprendido.

COLUMNAS ANTERIORES

Prigozhin
El juicio

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.