Jorge Berry

El tramposo de la Casa Blanca

Y en el más reciente escándalo de la Casa Blanca, Trump ha vuelto a demostrar su poco sentido de la honestidad y la ética.

Hace más de un año, el periodista deportivo Rick Reilly publicó un libro titulado Commander in Cheat, que se traduce como Comandante en trampas. Es una colección de entrevistas con diferentes personajes que han jugado golf con Donald Trump, el presidente de Estados Unidos.

En el golf, no hay árbitro. El encargado de aplicar las estrictas reglas del juego es el jugador mismo. Por ello el refrán que dice: "Si quieres conocer bien a alguien, juega golf con él". Todos los personajes entrevistados por Reilly, que incluyen jugadores profesionales, pero también políticos y hombres de negocios, coinciden en una cosa: Trump invariablemente hace trampa.

Para un rival, es fácil darse cuenta, aunque el tramposo piense que no. Quien hace trampa en el golf no sólo se engaña a sí mismo, sino que exhibe poco sentido de la honestidad y la ética. Y en el más reciente escándalo de la Casa Blanca, Trump lo ha vuelto a demostrar.

Antes de llegar a la política, la mayor fuente de ingresos de la empresa de bienes raíces de Donald Trump eran la propiedad y el usufructo de múltiples desarrollos alrededor de campos de golf. Trump cobraba no sólo a quienes jugaban en sus campos, también vendía terrenos para la construcción de casas al lado del campo o alojaba a clientes que viajaban para jugar en sus clubes.

El negocio se le empezó a derrumbar porque su nombre y su imagen dejaron de ser atractivos. Su forma estrafalaria e irresponsable de administrar ahuyentaba a muchos clientes potenciales. Los torneos, sobre todo los importantes, los que generaban mucha publicidad favorable, se perdieron.

El Campeonato Mundial de Golf que se jugaba cada año en Doral, en Miami, uno de los desarrollos del presidente, decidió mudarse a México. Luego, el hotel Doral fue demandado por un huésped que despertó todo picoteado por una verdadera colonia de pulgas que vivían en la habitación, y de ser uno de los grandes generadores de divisas para Trump, empezó a perder dinero.

Usted recordará que Trump trató de revivir a este hotel Doral, designándolo como sede de la reunión G-7 que debía celebrarse este otoño, y que se canceló, primero por la controversia que desató la sede, luego por la necedad 'trumpiana' de invitar a Vladimir Putin, presidente de Rusia, y finalmente por la pandemia.

El dueño

Trump es dueño además de dos campos en Escocia y uno en Irlanda. Uno de los escoceses, Turnberry, es un campo legendario, con un rico historial, que incluye cuatro abiertos británicos. Como parte de la rotación de campos que organiza la Royal and Ancient Golf Association, a Turnberry le tocaba ser sede este año, pero los socios de la R&A lo cancelaron. "Queremos a Turnberry, pero no a Turnberry de Trump," dijo uno de ellos.

Trump compró la propiedad en 2014, en 60 mdd dólares . Dice que le inyectó otros 150 mmd para renovar el hotel y los tres campos. Pero el año pasado, Turnberry perdió 1.6 mdd. Trump ha hecho cualquier cantidad de maniobras cuestionables para hacerlo viable.

En un visita a Escocia del VP Mike Pence, Trump ordenó que la comitiva se hospedara ahí, a pesar de que sus reuniones eran en Dublín, a casi 300 kms de distancia, obligando al uso de helicópteros y aviones para llegar. Trump también ordenó al Pentágono usar el aeropuerto de Prestwick, cercano a Turnberry, para reabastecerse, y hospedar a las tripulaciones en su hotel, que ha cobrado 200 mil dólares en servicios.

Y ahora, la más reciente: el diario The New York Times reveló que Trump ordenó a su embajador ante Gran Bretaña, Robert "Woody" Johnson, gestionar ante el gobierno para que Turnberry volviera a ser sede del lucrativo Abierto Británico. El embajador adjunto, Lewis Lukens, le advirtió a Johnson que no lo hiciera, pues era una acción inapropiada para un funcionario el gestionar negocios personales del Presidente. Casualmente, Lukens fue despedido días después.

En otra administración, el Congreso estaría colgado de las lámparas. En ésta, sólo es un escandalito más.

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