Jorge Berry

El príncipe heredero

Arabia Saudita ha contado con apoyo absolutamente incondicional por parte de Trump, sin importar hasta dónde lleguen los excesos del príncipe heredero Mohammed Bin Salman.

Las señales han existido desde la campaña presidencial de 2016 en Estados Unidos. Hablando sobre Arabia Saudita, el entonces candidato republicano Donald Trump dijo que en una futura administración suya, serían muy bien vistos. "Han comprado cientos de millones de dólares de mis propiedades. ¿Cómo no los voy a querer?" .

Bajo esa premisa original, Arabia Saudita ha contado con apoyo absolutamente incondicional por parte de Trump, sin importar hasta dónde lleguen los excesos del príncipe heredero Mohammed Bin Salman, el ya famoso MBS, por sus siglas. Desde los tiempos de la transición, la amistad entre MBS y Jared Kushner, el yerno de Trump, provocaba sobresaltos a la comunidad de inteligencia de Estados Unidos. Ni los más altos funcionarios sabían (ni saben) del contenido de esas conversaciones.

Lo que sí saben es que si Arabia Saudita se mete en un conflicto con Qatar, súbitamente Trump impone sanciones de EU, aún cuando ahí está la base militar más grande de la fuerza aérea en el extranjero. Saben también que de los cinco vetos presidenciales que lleva esta administración, cuatro han sido para detener sanciones a Arabia Saudita. Si la comunidad de inteligencia de EU concluye en conjunto que un periodista del Washington Post fue asesinado por órdenes directas del príncipe (tienen grabaciones que lo demuestran) Trump lo niega furiosamente, y el crimen queda impune. Y, por supuesto, la masacre de civiles continua que los saudíes realizan en Yemen, con la complicidad de EU, es tal vez el más claro ejemplo de la genuflexión trumpiana ante los caudales del reino.

Por lo anterior, a nadie sorprendió cuando Trump, unilateralmente, abandonó el tratado nuclear con Irán, mortal enemigo de los saudíes. Ese tratado, además, fue firmado y negociado por Barack Obama, antecesor de Trump en la presidencia, y principal causante de las inseguridades personales del actual inquilino de la Casa Blanca. Con todos sus defectos, el tratado tenía contenido el avance de Irán en la producción de armas nucleares.

Hoy empezamos a ver las consecuencias de la política exterior de Trump, basada en los intereses monetarios personales y en su sed de venganza contra Obama. El ataque contra las instalaciones petroleras de Arabia Saudita es la primera. Los servicios de inteligencia apuntan al gobierno de Irán como responsable, aunque ellos lo han negado. En cualquier caso, alguno de los grupos violentos de la región apoyado por Irán, si no es que Irán mismo, ejecutó el ataque.

Ante estos hechos, Trump subió un tuit diciendo que el aparato bélico estadounidense tenía sus armas "cargadas y listas" para responder a la agresión. Dijo que solo estaba esperando la señal de Riyadh sobre qué hacer. Esto, desde luego, causó malestar en el Congreso. ¿Desde cuándo Estados Unidos espera "instrucciones" de otro país para decidir sobre una respuesta militar?

Muchos agradecen a los dioses que hace unos días fue despedido John Bolton como asesor de seguridad nacional, porque Mr. Bolton ha sido, desde hace años, el principal impulsor de la idea de lograr un cambio de régimen en Irán a través de una intervención militar, y esta sería su excusa perfecta. Pero no es la solución. Trump sabe que no es momento de involucrar a su país en una guerra que tendría costos enormes, y que probablemente sería inmensamente impopular. No está preparado para jugarse la reelección en una intervención militar que nadie quiere.

El problema es que Irán no se estará quieto. Las sanciones han mermado sensiblemente su economía, y este ataque es el ejemplo más reciente de que seguirán agitando el avispero mientras no cambien las circunstancias. Trump parece dispuesto a negociar con Irán. La próxima Asamblea General de Naciones Unidas parece ser una buen a oportunidad. Para ambos.

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