Opinión Jorge Berry

El juicio va

Es apenas la tercera vez en la historia que el Senado emprenderá un juicio de destitución contra un presidente estadounidense.

La semana que comienza hoy será crítica respecto al proceso de destitución del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Con el periodista George Stephanopoulos, Nancy Pelosi, la líder de la Cámara de Representantes, confirmó que mañana martes, en la reunión semanal de la mayoría demócrata, habrá un voto para enviar los artículos de destitución al Senado, iniciando así el juicio del presidente.

La situación no es común, ni tiene muchos precedentes. Es apenas la tercera vez en la historia que el Senado emprenderá un juicio de destitución contra un presidente, y la Constitución no define con precisión los términos bajo los que el proceso debe desarrollarse. Por ello, Mitch McConnell, líder del Senado y de la bancada republicana, tiene manga ancha para establecer las reglas que habrán de seguir, y es aquí donde están las controversias a resolver.

Desde el principio del proceso, empezó a revelarse la oscura estrategia trumpiana para obligar al gobierno de Ucrania a sacar lodo sobre Joe Biden, el principal adversario de Trump en la próxima elección presidencial. Pero la administración ha utilizado la opacidad como su mejor arma. En la investigación que realizó el Comité de Inteligencia de la Cámara baja, Trump se negó a entregar un solo documento, a pesar de múltiples requerimientos oficiales. Trató, además, de bloquear la comparecencia de testigos, cosa que no logró del todo. La evidencia contra Trump es, más o menos, abrumadora, para cualquiera con un gramo de sentido común, club que no incluye a los fanáticos trumpianos, ni la mayoría de los funcionarios republicanos, que tienen poderosos intereses en juego.

Mitch McConnell, pues, intentará en el Senado seguir con la estrategia del bloqueo. En un acto de audacia política que debería costarle el puesto, McConnell jurará ser imparcial al escuchar los argumentos del caso, aunque ha afirmado, con total cinismo, que violará ese juramento, al aplicar una estrategia conjunta con el equipo de defensa de Trump. Así, propone que el juicio sea solo de argumentos de partes, para luego votar, sin escuchar testigos. Pero McConnell no está seguro de lograrlo. La comparecencia de cada testigo tendrá que ser votada en el Pleno del senado, y los demócratas solo necesitan cuatro republicanos para obligar a los testigos a declarar. Aún si ganan, Trump tiene el recurso de invocar el privilegio Ejecutivo para impedir que declaren.

Me pregunto si todas estas maniobras desesperadas para ocultar la información no dicen claramente a los ciudadanos que Trump es un gran pillo. Nadie que no tenga esqueletos en el clóset llega a estos extremos para encubrir lo que todo mundo sabe que pasó: Trump abusó de su poder, y violó la ley, no una, sino docenas de veces. Y no solo desde que es presidente; lleva toda la vida siendo un pillo.

Es posible que esta misma semana comience el juicio, aunque no será antes de mañana, por lo que sí habrá debate entre los aspirantes demócratas a la presidencia. Entre ellos hay cuatro senadores que tendrán que suspender sus campañas rumbo a Iowa, la primera prueba electoral. La votación ahí es el lunes 3 de febrero, y para entonces, Bernie Sanders, Elizabeth Warren, Amy Klobuchar y Corey Booker tendrán que estar presentes en Washington para servir como jurados en el juicio de destitución de Trump.

Con todo, se ve punto menos que imposible que remuevan de su posición al presidente, y creo que ni siquiera se puede considerar la remoción como parte de la estrategia demócrata. Más bien, el objetivo es inundar de evidencia inculpatoria el juicio, de manera que a la opinión pública le quede claro que el esfuerzo republicano por exonerar a Trump es prácticamente traicionar a la Constitución y a los principio bajo los que Estados Unidos fue fundado. Y no sé, si en estos tiempos, el argumento sea suficiente.

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