Jorge Berry

El incierto T-MEC

Se requiere trabajo profesional y oficio político para conseguir la aprobación del tratado comercial con EU, pero no tenemos ya a los diplomáticos de carrera que lo sabían hacer.

La 'austeridad republicana' que el presidente de México Andrés Manuel López Obrador ha decidido aplicar con machete al aparato de gobierno del país cobra víctimas todos los días. No es motivo de este artículo describir las lamentables condiciones de operación de lo que queda del sistema de administración pública, sino profundizar en las consecuencias que esta política arbitraria está teniendo para México.

La cosa está tan grave, que entre la Secretaría de Hacienda y Pemex, juntos, no pudieron producir un plan de negocios para la acosada petrolera mexicana. No hubo quien pudiera redactar un documento con los formatos y contenidos mínimos aceptables para la comunidad financiera internacional. ¿Por qué? Porque corrieron a todos lo que sabían hacerlo. Y ni siquiera me ocupo de la argumentación económica del documento, pero esa también abunda en defectos. Consecuencia: peligro inminente para el grado de inversión, de Pemex y también del país.

Algo similar, que podría derrumbar la economía, es la manera casi despectiva con la que la administración obradorista pretende influir en el proceso de ratificación de Tratado Económico México, Estados Unidos y Canadá.

Empecemos por las condiciones políticas imperantes en Estados Unidos en torno a una posible ratificación. Todos conocemos el largo y tortuoso proceso que costó llegar a una versión final, pero la verdad, las diferencias entre el TLCAN y el T-Mec no son significativas, así que uno pensaría que la ratificación sería casi automática. Pero no.

La campaña para la presidencia de EU ya comenzó, y será un lodazal, en medio del cual está México con dos temas importantes: inmigración y el tratado comercial. La campaña de 2016 del ahora presidente Trump prometió, entre otras cosas, parar la inmigración ilegal construyendo un muro pagado por México. Además, aseguró que acabaría con "el peor tratado comercial de la historia", refiriéndose al TLCAN, y que ello haría volver a EU a cientos de miles de empleos en la industria automotriz y en el sector manufacturero. Convenció a estados clave, como Michigan, Wisconsin, Ohio y Pennsylvania, y esos fueron los votos que le dieron el triunfo. Pero no cumplió ninguna de las dos promesas.

Ahora, algunos candidatos demócratas están haciendo campaña denunciando el nuevo tratado, argumentando que no recupera los empleos perdidos. Dicen que así no se puede firmar, y que hay que renegociarlo.

El tratado ya está en la Cámara baja, de mayoría demócrata. TODOS los representantes enfrentan una elección en 2020, y saben que tendrán que defender su voto ante sus representados, así que lo que necesitan son argumentos de campaña. Ahí entra el esfuerzo de cabildeo, en lo que México era muy efectivo en administraciones anteriores. Pero eso se acabó.

El único cabildeo que se está haciendo es por parte de la iniciativa privada, que por supuesto tiene mucho en juego. Ellos mismos comentan que la propia embajadora, Martha Bárcena, tiene que hacer las visitas personalmente a los congresistas para argumentar el caso. Y es que la embajadora, como todo el servicio exterior, se quedó sin presupuesto ante las exigencias de la 'austeridad republicana'.

Una cosa es ser ahorrativo, y otra muy distinta es no saber gastar. Desde antes de asumir el poder, López Obrador designó a Jesús Seade como el representante del gobierno entrante en la recta final de las negociaciones del T-Mec. Hizo varios viajes a Washington acompañando al entonces secretario de comercio Ildefonso Guajardo para cerrar el texto final, e hizo contribuciones al mismo. Hoy, Jesús Seade no puede ir a Washington a ayudar en el cabildeo. ¿Por qué? Pues es que no hay dinero para sus viáticos. Por favor. Estamos hablando del bienestar de la nación, pero ese parece no ser factor.

De por sí, los demócratas ven con desconfianza a México. Sospechan que nuestro gobierno apoya a Trump. No olvidan las caravanas de Enrique Peña Nieto a Trump en 2016, ni la sumisión que ha exhibido el gobierno actual. Por primera vez, el viernes López Obrador se reunió con legisladores de EU, pero también había republicanos. ¿Será suficiente su carisma personal para jalar los votos demócratas necesarios para aprobar el acuerdo? Él piensa que sí. Yo no lo creo. Se requiere trabajo profesional y oficio político, y no tenemos ya a los diplomáticos de carrera que lo saben hacer. Costaban mucho.

Al final, lo barato bien puede salir muy caro.

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