Jorge Berry

Desangelado regreso

Jorge Berry reflexiona sobre el reinicio de la campaña presidencial de Donald Trump en Tulsa.

En 1921, Tulsa, Oklahoma, en Estados Unidos, vivió uno de los peores episodios de discriminación racial desde la guerra civil. Grupos de lo que hoy llamaríamos supremacistas blancos, le prendieron fuego a toda una zona de la ciudad que pertenecía a la comunidad afroamericana, incluidas viviendas y negocios. Dado el clima de enfrentamiento racial que vive el país, parecía una selección algo aventurada escoger a Tulsa como el escenario del reinicio de la campaña presidencial de Donald Trump.

Pero Trump no soportaba ya el confinamiento de semanas en la Casa Blanca. Puesto que sus números en las encuestas habían tomado una tendencia decididamente negativa desde que la pandemia obligó al distanciamiento, Trump concluyó que la caída se debía a que no podía aparecer en mítines masivos. Fue imposible convencerlo de lo contrario, así que la campaña decidió ir a Tulsa, en un estado que Trump ganó cómodamente en 2016, seguros de que el evento llenaría las expectativas del jefe. No fue así.

El mitin estuvo plagado de problemas desde el inicio. Los abogados le advirtieron a Trump que tendría que obtener la firma de todos los asistentes asumiendo la responsabilidad de contagio. Puesto que el evento no haría obligatorio el uso de cubrebocas, ni el presidente usaría uno, la campaña, la arena y hasta Trump en lo personal eran vulnerables a una demanda civil por no tomar las medidas necesarias para evitar contagios. Esto ahuyentó a muchos.

También lo atacó el problema de la sensibilidad racial del momento. Ni Trump, ni nadie de su equipo (en el que no hay afroamericanos) se dio cuenta que la fecha escogida, 19 de junio, es el día que se conmemora la emancipación de la esclavitud. Tuvo que ser un agente del servicio secreto, que sí es afroamericano, quien le explicó a Trump la importancia de la fecha, que finalmente convenció al presidente de posponerlo un día. Trump luego dijo que, gracias a él, ahora la gente sabía de la conmemoración, porque antes, no se conocía. El cambio provocó más cancelaciones.

Oklahoma es uno de los estados cuyo número de contagios por coronavirus sigue al alza. Por ello, el único sorprendido fue Trump, cuando dos días antes del evento se anunció que seis colaboradores de la campaña habían dado positivo en la prueba de coronavirus, y serían confinados a su hotel. Cuando le informaron a Trump, expresó preocupación por la salud de sus trabajadores, pero cuando la información se filtró a la prensa, vino la primera erupción de furia del presidente.

Llegó el sábado 20, y desde el sobrevuelo del avión presidencial, era claramente visible que la gran concentración de seguidores que esperaban no se iba a materializar. La arena del evento tiene una capacidad de 19 mil personas, pero no estuvo ni cerca de llenarse. Pensaban que miles se quedarían fuera tratando de entrar, y se había programado un evento en la explanada para ellos, donde el orador sería Mike Pence. Lo tuvieron que cancelar.

El discurso de Trump tampoco despertó gran entusiasmo. Pasó dos horas en lugares comunes, quejándose de todo, asumiéndose la víctima, y culpando a todo y a todos de los problemas que aquejan al gobierno. Algo así como una mañanera, pues.

Es importante hacer notar que cada mención o ataque a Joe Biden, su rival demócrata, provocaba considerablemente menos abucheos que los que recibían las menciones a Hillary en 2016.

Para resumir el evento, no se vio nada que haga pensar en un repunte de Trump en los estados columpio que decidirán la elección, y donde, hasta el momento, Biden tiene ligera ventaja. Y en el estado más importante de todos, Florida, sin el que Trump difícilmente sobrevivirá, la ventaja de Biden parece crecer.

Estamos a cuatro meses y medio de la elección presidencial.

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