Jorge Berry

Secuelas de la insurrección

Los hechos que investiga el Comité de la Cámara de Representantes revelan la magnitud de la gran mentira que sigue defendiendo el expresidente Donald Trump, dice Jorge Berry.

No sé si el mundo ha dimensionado plenamente lo que ocurrió en el Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de este año, pero quien haya presenciado o escuchado el desgarrador testimonio de cuatro de los policías involucrados en la “insurrección”, sabrá lo que es enfrentar la muerte cara a cara.

Los hechos que investiga el Comité de la Cámara de Representantes, y que encabeza el demócrata Bennie Thompson, revelan la magnitud de la gran mentira que sigue defendiendo el expresidente Donald Trump, y que sostiene, entre otras cosas, que la elección de noviembre pasado fue fraudulenta, que él volverá a la Casa Blanca en agosto, y que los manifestantes del 6 de enero eran simples turistas. Es decir, una sarta de falsedades, sólo creíbles para un pequeño, pero revoltoso, sector del Partido Republicano que sólo responde al fanatismo.

Revoltoso es un adjetivo que en realidad queda pequeño. Estos pandilleros trumpistas intentaron, azuzados por su jefe y sus incondicionales, un verdadero golpe de Estado, y estuvieron más cerca de lograrlo de lo que se cree. La historia reconocerá la deuda del país con el vicepresidente Mike Pence, quien en el momento clave, prefirió respetar la Constitución, y no hacer el juego sucio de Trump.

Los cuatro oficiales que comparecieron, Daniel Hodges, Michael Fanone, Harry Dunn y Aquilino Gonelli, describieron no sólo el horror de ese día, sino la criminal conspiración actual vigente, que pretende restarle importancia a los hechos. Aquello no fue un juego, como algunos republicanos quisieran creer. Un policía resultó muerto, y dos más se han quitado la vida. Docenas de policías metropolitanos y policías del Capitolio enfrentan secuelas físicas y sicológicas por los traumas sufridos aquel día.

Eso, claro, importa poco a los Jim Jordans o Mo Brooks, ambos legisladores republicanos que sostienen que todo es un escándalo mediático para atacar a Trump. La indignación de los policías quedó consignada: arriesgamos la vida, la salud y la integridad personal, para asegurar que nuestros legisladores no fueran violentados, y ahora nos pagan diciendo que todo fue un fraude.

No todos los republicanos trabajan de manera tan repugnante. Cuando Kevin McCarthy, el líder republicano de la Cámara baja, decidió no participar en el comité de investigación, reveló sus cartas. Como Nancy Pelosi rechazó la participación de los republicanos incendiarios, que sólo tratarían de reventar el proceso, McCarthy retiró a su grupo parlamentario para etiquetar la investigación como un ejercicio partidario, de sólo demócratas. Apareció Liz Cheney, hasta hace poco, parte de la dirigencia republicana, pero que ahora es rechazada por reconocer la burbuja de fantasía que significa ser parte del ala trumpiana del partido. Con ella, Adam Kinzinger, republicano de Illinois, convierten la investigación en bipartidaria. Ahora, ya hay voces estridentes del partido que piden la remoción de ambos de todos los comités a los que pertenecen. Aunque usted no lo crea, así de fanáticos andan.

La comparecencia del martes de los policías deberá ser un referente histórico. Esto, por supuesto que terminará aquí. Como resultado de la investigación, es altísima la probabilidad de que el comité turne al Departamento de Justicia su recomendación de iniciar procesos criminales y civiles contra muchos de los instigadores de la insurrección, incluyendo al propio Trump. Y vendrán demandas civiles de los policías afectados.

Trump, por su parte, sigue con su tour de la fantasía. Un día antes de la comparecencia, se presentó en un mitin, ostentándose como “presidente legítimo”. No sé a quién me recuerda.

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