El choque más evidente conocido entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y Joe Biden está en el uso de la energía renovable.
"Todos los grupos laborales saben que el futuro está en que seamos capaces de respirar, y saben que hay buenos trabajos que nos llevan allí. Y por cierto, la industria de más rápido crecimiento en Estados Unidos es la energía solar y la eólica", dijo Biden el mes pasado durante un debate frente a su adversario en su exitoso camino hacia la Casa Blanca.
"(Donald Trump) cree que los aerogeneradores causan cáncer. Son los trabajos de más rápido crecimiento y pagan buenos salarios: de 45 a 54 dólares por hora. Podemos crecer y ser más limpios si seguimos el camino que propongo", añadió el exvicepresidente frente a las cámaras de televisión.
Unos meses antes, al inicio de la primavera, parado al pie de un monte en el noroeste mexicano, el presidente López Obrador se quejó:
"Aquí se expresa la falta de sensibilidad de los gobernantes. Autorizaron esos 'ventiladores' para producir energía eólica. Miren cómo afecta el paisaje, la imagen natural. ¿Cómo se atrevieron a dar permiso para instalar estos ventiladores? Pueden decir que se genera energía eléctrica. ¡Muy poco! Además, son negocios privados porque se tiene que subsidiar a estas empresas".
Ninguno de los dos discursos fue preparado. Biden improvisaba al calor de la discusión y López Obrador lo hacía frente a un lugareño.
A decir de las imágenes, ambos expresaron sus sentimientos sin filtro. Cambiar su narrativa durante los próximos días evidenciaría en quien lo hiciera, cuando menos, hipocresía. Son antagónicos y por tanto, sólo uno puede tener razón.
Si se equivoca AMLO, México perderá el avión de la energía renovable durante la administración vigente. Europa, China, India y Estados Unidos, los mayores consumidores, ya se ajustan cinturones y las puertas de la aeronave están por cerrarse.
En campaña, Biden propuso un plan para invertir dos billones (millones de millones) de dólares en energía renovable durante los siguientes cuatro años.
¿Por qué lo hace? La verdad es que hoy la energía renovable no necesita subsidio.
Hoy es negocio para los ciudadanos producir electricidad con el viento y el sol porque los chinos abarataron de manera extraordinaria la manufactura de paneles solares, aerogeneradores y el resto del equipo necesario para producir energía de fuentes limpias, que reducen además riesgos y gastos en salud como los que sí ocasionan la quema de diésel, combustóleo y carbón que usa la CFE en ciudades mexicanas.
Ayer, la Agencia Internacional de Energía consignó que un pasajero habitual se quedó en tierra: "La incertidumbre regulatoria (en México) obstaculiza las previsiones previas aumento de la inversión privada en todos los segmentos fotovoltaicos", expuso en el documento Renovables 2020, Análisis y Previsiones hacia 2025.
En los hechos, el gobierno mexicano no emite nuevos permisos a las empresas para generar energía eléctrica al mayoreo, así sean de fuentes renovables y sin subsidios.
El pobre argumento se basa en la necesidad de invertir paralelamente en plantas de ciclo combinado o de combustión interna como respaldo para cuando no haya viento o sol.
España cuenta con sistemas en los que una hidroeléctrica respalda la ausencia temporal del viento y a su vez, la operación de los aerogeneradores bombea agua a la presa de la hidroeléctrica en ciclos que no requieren de la quema de combustibles para tener electricidad siempre.
Una empresa que acumula experiencia sobre el tema es la originaria de España, Iberdrola, conducida en México por Enrique Alba y ahora propiedad de fondos como Qatar Investment Authority, BlackRock y Norges Bank, que anunció un plan de 5 mil millones de dólares en México al inicio de la administración de AMLO, de los cuales sólo podrá ejercer a lo mucho 800 millones debido a la falta de permisos.
Es una cifra irrisoria frente a la apuesta de aproximadamente 90 mil millones que el conglomerado anunció este mes para instalar generación de energía renovable en el mundo durante los próximos cuatro años. Eso, sumado a inversiones de BP, Shell y el plan de Biden vaticinan una revolución de la que los mexicanos no serán parte. A alguien se le va el avión.