Parteaguas

La agencia espacial a cargo de AMLO

Esta agencia acumula 10 años de vida desde el 30 de julio de 2010 y todavía en 2019 reportó cero ingresos por la venta de bienes o servicios.

¿Qué tipo de agencia espacial opera el equipo del presidente Andrés Manuel López Obrador?

Ayer en la NASA, el más reciente lanzamiento de astronautas estadounidenses al espacio desde 2011 abortó por el clima a minutos de su realización. Intentarán el sábado.

El responsable de que ocurra es Elon Musk, el genio de esta era que inició desarrollando la plataforma de pagos por internet PayPal y que luego lanzó Tesla, que vende vehículos autónomos eléctricos y sistemas de paneles solares y baterías caseras.

La otra empresa de Musk es SpaceX, que tiene la meta de poner gente en Marte y que en su camino ayer intentó sin suerte poner a dos personas en la estación espacial internacional.

Esa compañía ya opera con servicios de 'paquetería'. Lleva al espacio objetos a solicitud del cliente. Satélites es lo más común, ahora que pueden ser del tamaño de un cubo Rubik.

Compite con agencias que ofrecen esa misma actividad, como la Indian Space Research Organization (ISRO) cuyos clientes están en Japón, Francia, Alemania…

Lo hace sagazmente desde un viejo edificio en Bangalore que alguna vez recorrí y que bien pudo ser diseñado por el mismo arquitecto que ideó las viejas clínicas del IMSS.

Por eso Musk, obsesionado con el diseño, lleva ventaja. Entre los desarrollos que le favorecen está el de cohetes que no se desechan después del lanzamiento, sino que regresan a la Tierra para volver a usarlos varias veces. Eso ahorra dinero y puede bajar sus precios al público.

No es lo mismo gastar 54 millones de dólares en un cohete nuevo, que en los 200 mil dólares que requiere en combustible para un viaje de ida y vuelta. Los datos son de SpaceX. Ése es el mundo de la innovación aeroespacial al más alto nivel.

¿En qué anda la Agencia Espacial Mexicana (AEM) creada en 2010?

Su presupuesto del año pasado le permitió gastos por un total de casi 73 millones de pesos, equivalentes a 3.3 millones de dólares. No alcanzan para un cohete, pero sí quizá para pagar algún envío al espacio.

La mitad se va en salarios, de acuerdo con reportes de la Cuenta Pública 2019 de la Agencia Espacial Mexicana. Su director general cobra 2.1 millones al año, ya con prestaciones en moneda nacional.

¿Quién es él? El presidente López Obrador eligió a Salvador Landeros Ayala, un ingeniero con especialidad en Telecomunicaciones por la UNAM, maestro en ciencias por la Universidad de Pennsylvania y doctorado en ingeniería por la UNAM.

Fue él quien puso en órbita la primera generación de satélites de telecomunicaciones en México, los Morelos I y II.

¿Qué estrategia empuja en la Agencia Espacial Mexicana?

A su llegada publicó un programa de trabajo que básicamente tuvo cuatro pilares: construir infraestructura, promover la innovación, difundir la educación espacial y finalmente hacer notar al mundo que México está en la jugada.

Sus actividades se abocan a establecer un centro de comunicaciones espaciales en Zacatecas o a promover la actividad espacial mediante una revista digital llamada Hacia el Espacio, por ejemplo.

Hay un problema. Esta agencia acumula 10 años de vida desde el 30 de julio de 2010 y todavía en 2019 reportó cero ingresos por la venta de bienes o servicios.

Si SpaceX entregase esos resultados a Musk, aún y cuando hubiera pérdidas, o la ISRO de India reportara cosa similar, alguien seguramente levantaría las cejas.

Algo puede hacerse con la inversión de 73 millones de pesos que obtuvo por la vía de 'participaciones y aportaciones' del gobierno el año pasado. ¿Cuántos mexicanos están siendo preparados para proyectos espaciales rentables?

México puede subirse a tendencias de innovación y es bueno que se suba a la del espacio, pero el equipo del gobierno no hará mucho más con su enfoque actual, que daría acaso para perforar un pozo petrolero en Marte, si alguien les da un aventón.

COLUMNAS ANTERIORES

¿Por qué fracasan?
¿A Carstens ya le gustó la Blockchain?

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.