Parteaguas

¿Y si le pagaran la luz a la vecina del ‘catálogo’?

La inclusión de nuevos participantes en cualquier mercado añade competencia, lo que suele derivar en mejor servicio y una baja de tarifas.

Entender esto puede costar trabajo a quienes se forman en la sucursal o en la fila de la tienda de conveniencia, esperando que abran la segunda caja.

¿Qué tal si de pronto la vecina vendedora de cosméticos sacara su dispositivo y con un cruce de celulares, cobrara la luz, o le pusiera saldo al teléfono, evitando filas?

Hay que aclarar lo siguiente: la tecnología lo permite, pero no hay noticias de que Fuller, Mary Kay o Avon aprovechen su ejército de vendedoras para generar una red que atienda las necesidades de gente que carece de tiempo para los trámites, para hacer pagos.

Son empresas muy grandes y antiguas, con procesos que les impiden innovar. A los bancos suele pasarles lo mismo y son ellos quienes tienen más control con el sistema. Eso cambia.

Lo de cobrar podrían hacerlo también, digamos, los tortilleros, otra red organizada de emprendedores que vende el alimento más popular del país. ¿Se lleva medio kilo? ¿Quiere pagar la luz o cargar saldo? ¿Cómo no? Dícteme sus 10 dígitos.

¿Quién acudiría a ellos? Ni pregunten a clasemedieros menores de 25 años que ya ni usan billetes. Los centennial huyen de las sucursales y de los trámites con pavor. Todo lo hacen con ‘apps’.

Podría ir más rápido la cosa con quienes les superan en edad, pero estos proyectos topan con estructuras muy rígidas. Ojo, hay noticias que evidencian un proceso de ruptura.

Una ‘papa caliente’

Para entender, es necesario revisar todo lo que debe pasar para que ustedes hagan algo tan común como pagar la luz… o los tacos en ese changarro, ahora que casi todos aceptan tarjeta con esas cositas azules o naranjas que montan en sus teléfonos.

Uno. El taquero les pasa la ‘terminal’ y ustedes introducen su tarjeta. Dos. Entra en acción una ‘plataforma de pago’ que ustedes no pueden ver, pero que está en el ciberespacio (Piensen en PayPal, Mercado Pago o Clip). Ésta toma la información, la ‘cifra’ para protegerla y la envía a…

Tres. Una ‘entidad adquirente’ –que generalmente es un banco– analiza si ustedes y su tarjeta son confiables o si los desecha por querer cometer un fraude. Cuatro. Si avanzan, su pago pasa a una red de tarjetas como Visa o Mastercard, que ahora sí, tiene contacto con su banco, para saber si tienen dinero o no.

Cinco. Su banco entrega el dinero a la red de tarjetas, que la entrega al adquirente, que la entrega a la plataforma de pago, que la entrega finalmente en la cuenta bancaria del taquero. Cada quien cobra su parte y a ustedes o al taquero les cobran la comisión conjunta.

Todo pasa en segundos y ahora pueden explicarse por qué tarda el proceso cuando es exitoso y por qué también, con frecuencia, el papelito dice que la transacción fue declinada.

¿Cómo llegamos a la vecina?

Nuevos participantes entran en escena justamente al centro de la transacción. Entre otros, una empresa latinoamericana llamada Kushki, fundada por Sebastián Castro y Aron Schwarzkopf.

Se transformó en el primer adquirente comercial regional no bancario en América Latina, incluyendo membresía con Visa y Mastercard en México, Chile, Perú y Colombia mediante una plataforma propia, lo que le permite negociar directamente con empresas o grandes redes ya estructuradas de individuos en contacto con otros individuos, como las compañías que venden por catálogo.

Es una prerrogativa que hasta hace poco estaba limitada a los bancos. Ahora, un pequeño ejército de millennials pretende sacudir las cosas.

La inclusión de nuevos participantes añade competencia, lo que en todos los mercados suele derivar en mejor servicio y una baja de tarifas.

Ojalá que sea el caso también para los pagos que hacen ustedes con su teléfono o su tarjeta. Ojalá, además, que esto derive en ingresos para personas o establecimientos que hasta ahora solo venden tortillas, tacos… o cosméticos.

COLUMNAS ANTERIORES

Llegó un banco de EU que no competirá con BBVA
El club de ‘nuevos’ mexicanos

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.