Parteaguas

Tranquilos, ya vienen los bomberos

Sam Altman creó Oklo, un proveedor de energía nuclear que usa nuevas tecnologías con equipos ‘más pequeños’ para atender la necesidad de electricidad.

¿Ya vienen los bomberos, en serio? La gente parece cargar pesimismo cada día. Tienen razón.

Vayan a TikTok o Instagram y revisen cuántos videos hablan del calentamiento global o del fin del mundo.

El planeta brindó este año una muestra de lo que un calor marca Mexicali tiene reservado para cada habitante de la Tierra como consecuencia de que Pemex, BP, Shell, Exxon y las demás sigan atendiendo a ustedes que necesitan acelerar para llegar a la reunión de las 9:00.

Parece que no hay salida. Ayer, el Washington Post ofreció un artículo que sugirió a la gente salir a la calle a hacer ejercicio a pleno sol, para ir acostumbrando al cuerpo a una nueva era. (Evitando riesgos excesivos, puntualizó el medio de Jeff Bezos).

Pero hay señales en sentido contrario que muestran que hay humanos que ofrecen esperanzas por la vía lógica en un mundo capitalista que le prende veladoras a cualquier fajo de billetes: evitar el calentamiento global puede ser negocio.

Consideren el caso de Sam Altman, un personaje multimillonario que pronto recibirá el nivel de fama del que goza Elon Musk.

Él creó OpenAI, empresa que luego se convirtió en monstruo con la ayuda del dinero de Microsoft. Para mayor referencia, esta compañía ofreció al mundo ChatGPT y Dall-E, herramientas que juntas detonaron la locura por la inteligencia artificial.

Como este hombre necesitaba entretenerse, creó Oklo, un proveedor de energía nuclear que usa nuevas tecnologías con equipos “más pequeños” para atender la necesidad de electricidad, a quienes guardan lo que ustedes acumulan en la “nube”. Con lo útil que eso resulta para reducir la culpa de no borrar correos electrónicos, por ejemplo.

Altman planea que Oklo cotice en bolsa a través de una fusión con una empresa, de las que se ven poco en México, una SPAC o special purpose acquisition company, llamada AltC Acquisition, cofundada con el exbanquero de Citigroup, Michael Klein (pero ese tema lo dejamos para después).

Lo relevante es que pronto podría haber dinero para la industria nuclear a pequeña escala.

Eso urge para dejar de quemar combustóleo como el que usa la CFE, carbón como el que requieren aún los estadounidenses y gas, solicitado por casi todos, para que ustedes puedan guardar sus fotos y videos, por ejemplo, en iCloud de Apple.

Ahí viene un segundo reto: ¿cómo convencer a Amazon, Meta, Apple y Google de usar energía que no reviente la convivencia de las especies? Comprando sus acciones y sentándose en la mesa del consejo.

Eso solo lo puede hacer quien tiene mucho dinero, o… mucha gente que tenga poco dinero, pero organizada. Para eso nació hace algunos años Engine No. 1, una compañía dedicada justamente a acumular dinero de pequeños ahorradores, para comprar acciones en grandes compañías y con ello, tener influencia.

Por esta vía, Engine No. 1 consiguió asientos en el consejo de administración de Exxon, la principal petrolera estadounidense, cuyas escasas sillas acumulaban polilla antes de ese cambio.

Engine ofrece a inversionistas “combos” de acciones como el llamado “VOTE”, un ETF que incluye entre otros justamente papeles de Amazon, Meta (Facebook), Apple y Alphabet (Google). Ese ETF o fondo negociado en la bolsa, entre otros que también fueron creados por la compañía, llamaron la atención de TCW Group, el administrador de más de 200 mil millones de dólares en activos, que entrará al negocio de los ETFs, justamente por la vía de la compra de Engine No. 1, que podría ser completada en el trimestre que va corriendo.

También PIMCO y BlackRock van acelerados en el ánimo de buscar oportunidades.

Todo, antes de que autoridades estadounidenses liberen finalmente reglas de emisiones durante el otoño, a través de la Securities and Exchange Commission. Parece que el ánimo por inversiones ESG está de regreso.

COLUMNAS ANTERIORES

Llegó un banco de EU que no competirá con BBVA
El club de ‘nuevos’ mexicanos

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.