Parteaguas

Qué pena, mexicanos

Nowports saltó al cielo gracias principalmente a Softbank, Tiger Global y a otros foráneos como Mouro Capital.

Cuentan que Max Casal y Alfonso de los Ríos celebraron durante una reunión que su empresa mexicana alcanzara un valor superior a mil millones de dólares.

Cualquiera celebraría tal hazaña, conseguida en este caso por la empresa de logística de Monterrey, Nowports.

Durante el momento de los discursos, alguien aprovechó para retar a los asistentes, entre los que se encontraban varios millonarios regiomontanos: “levante la mano quién invirtió en Nowports”. Dicen que ninguno elevó el brazo.

Un documento revelado ayer por la aceleradora Endeavor muestra que, salvo por excepciones, los mexicanos tienen un problema de confianza o de aversión al riesgo en los negocios que proponen… especialmente los mexicanos.

Nowports saltó al cielo gracias principalmente al japonés Softbank, al estadounidense Tiger Global y a otros foráneos como Mouro Capital, Base10 Partners, Broadhaven Ventures y Foundation Capital. La excepción positiva en ese apoyo la pusieron los connacionales Daniel Voguel y Ricardo Amper –fundadores de los unicornios Bitso e Incode, respectivamente– que toparon con problemas similares de rechazo cuando arrancaron.

La realidad es la siguiente: “el 64 por ciento de las inversiones dirigidas a startups mexicanas fue extranjera”, advierte el documento.

Lo opuesto ocurre en Brasil, en donde 62 por ciento del capital que levantan los emprendedores proviene de fortunas locales.

Quizás como consecuencia de lo anterior, solamente en 2022, en Brasil fueron acordados 403 tratos de inversión a startups; en México, 147. Allá repartieron 4 mil 100 millones de dólares; acá, mil 900 millones.

Ojo, la economía de Brasil es solamente 30 por ciento mayor con respecto a la mexicana.

Otra verdad también puede sacudir: solamente 1 por ciento (uno) de las empresas latinoamericanas que recibieron capital fueron fundadas por mujeres. Es un porcentaje menor que el de 2021. Solo 20 por ciento de todas fue cofundado por una mujer, cifra menor al 29 por ciento de 2021.

La investigación hecha por la firma de inversión Glisco Partners, dirigida por Alfredo Castellanos, es mucho más rica que la sola denuncia de pecados.

Se llama Ecosistema de Venture Capital y Growth Equity en Latinoamérica 2022 y es la segunda versión de este documento que distribuye Endeavor.

Éste entrega varios tips valiosos para quien pretenda levantar capital para un negocio con potencial. Van algunos:

Tip uno. Es el momento ‘semilla’. Está confirmado el final de la “primera temporada de los unicornios” latinoamericanos.

Los mayores fondos de inversión globales se replegaron luego de la caída de valor en las empresas motivada por la incertidumbre sembrada en 2022, particularmente por la inexplicable guerra de Vladimir Putin en Ucrania, que movió todo el tablero de juego.

También, por la errática manera en que China administró este año la pandemia y el pleito comercial entre esa nación y los estadounidenses.

Eso motivó que 75 por ciento de las transacciones se centren en pequeñas inversiones semilla, que rondan un millón de dólares por caso.

Tip dos. Pasó el momento de las edtech. No han acabado los retos ahí, pero los inversionistas parecen más motivados a apostar en temas de agricultura limpia o de ecología, por ejemplo, por lo que la educación pasa por mal rato. Algo similar ocurre con las firmas de healthtech, proptech, edtech y foodtech, cuyo capital promedio invertido se redujo. Por el contrario, 912 por ciento creció en un año el capital para cleantech y agtech.

Tip final. El fenómeno startup apenas empieza. En 2022, 8 mil 100 millones de dólares fueron invertidos en Latinoamérica, que representan 0.19 por ciento del PIB regional y se compara con el 0.97 por ciento de Estados Unidos y 1.93 por ciento de Israel. Pero ojo, hoy, el mango de la sartén parecen tenerlo los fondos de inversión. Es posible que pidan mucho y den poco a cambio.

COLUMNAS ANTERIORES

Puebla rebasa a Tesla
Germano, hermano, ya eres mexicano

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.