En México tenemos suerte. Casi ningún país tiene playas bonitas cercanas a cualquier ciudad. Para bien o para mal, éstas cada vez se llenan más de “motos”.
Son motos acuáticas como las que vende la canadiense BRP bajo la marca Sea Doo. Las fabrican en Querétaro.
Hace poco más de un mes, esta compañía conducida por José Boisjoli anunció una nueva inversión en esta ciudad.
En otros días el evento habría parecido irrelevante. Apostarán 6 millones de dólares, que luce como una suma pequeña si la comparan con aquellas de cientos de millones que requirieron las fábricas de coches de Ford, GM, Audi o BMW, que están repartidas por el país y que convirtieron a México en una potencia global en manufactura.
Pero es el contexto lo que hace significativo el cambio. Se trata de la primera fábrica de baterías y motos eléctricas para BRP en el mundo. Ojo, éstas sí son motos de calle, de dos ruedas, que estarán a la venta a partir de 2024.
Ahí trabajarán 500 empleados que aprenderán habilidades distintas: ya no se trata de armar vehículos a gasolina y representa una apuesta seria de una empresa de tradición.
“Estamos buscando expandir nuestros mercados para respaldar nuestro crecimiento más allá del año fiscal 2025. Una de estas oportunidades es nuestra entrada en el mercado de motocicletas de dos ruedas de Europa y América del Norte, valorada en 15 mil millones de dólares, con la introducción de nuestra familia de motocicletas eléctricas Can-Am”, dijo Boisjoli en septiembre.
Los canadienses no suelen hacer apuestas de corto plazo, alguna vez en Davos, Suiza, el CEO de Bombardier me explicaba el impacto que tuvo en su país la sorpresa de su primera planta de arneses en Querétaro. Es la pieza más básica para unir cables. A la postre, terminaron armando aquí el Learjet 85 casi por completo.
Así que mucha atención a BRP que este año ya vale 7 mil 200 millones de dólares canadienses (5 mil 500 millones de dólares), el doble con respecto a 2019, el año previo a la pandemia.
Esas motos necesitan pantallas, similares probablemente a los de otros coches como Tesla, que se ayuda para esos propósitos con las producidas por la alemana Preh, que ya tiene ingenieros en Nuevo León y prepara otros en Yucatán con el propósito de atender al que es probablemente su mejor cliente.
También necesitan frenos y la mexicana Rassini ya ha trabajado con la empresa de Elon Musk.
Hay partes más básicas para el funcionamiento de las baterías de esos coches. Las produce y vende Falco, una compañía meridana dirigida por David Gibellini.
¿Quién fabrica los faros y el resto de la iluminación exterior de ciertos modelos Tesla? Me hablan de la nuevoleonesa Varroc Lighting Systems.
Todo lo anterior surgió antes de que se apliquen inversiones superiores a los 700 millones de dólares estimadas para la modernización de la planta de Volkswagen, en Puebla, en donde la empresa alemana también quiere acelerar con la producción de coches eléctricos en los que, por cierto, estrenará un nuevo tipo de pintura.
También es previo al inicio de operaciones de la planta de vehículos eléctricos de Solarever en Jalisco, que costarán unos 300 mil pesos. Es una empresa fabricante de paneles solares y baterías. Echen un ojo a lo que pasa en Chihuahua, en Ciudad Juárez ya no caben más fábricas; literalmente todas las plantas disponibles están llenas.
Lo descrito aquí también se antepone a una tendencia que no ha iniciado siquiera y de la cual muchos se muestran escépticos:
“Después del automóvil eléctrico, que ha existido durante unos 10 años y se está expandiendo rápidamente, la próxima tendencia será el hidrógeno”. Esa frase es de alguien que vive de vender coches: Oliver Zipse, director global de BMW, quien ya tiene listo un modelo para usar con ese combustible, lo llaman BMW iX5.
Las eras ya no duran siglos, ahora las cosas ocurren un año después del otro. Cuando la gente puede enviar cualquier documento a un colega en un segundo al otro lado del mundo, y la inteligencia artificial puede analizar miles de datos en horas, ya no hay modo de esperar. En México, la época de los coches eléctricos está pasando, aunque no se vea desde la capital.