Entorno Económico

¿Importa el riesgo soberano?

Joel Virgen reflexiona sobre la decisión de la calificadora S&P de modificar la perspectiva para México de estable a negativa y sus posibles impactos en el de corto, mediano o largo plazos.

Los eventos de calificación crediticia ya han alcanzado a los valores soberanos. En el evento más reciente, la calificadora S&P modificó la perspectiva para México de estable a negativa. Con esto se detona un periodo de evaluación que puede extenderse hasta doce meses y cuya conclusión podría ser la modificación de la perspectiva de vuelta a estable o el anuncio de una reducción en la calificación crediticia, por mencionar los dos principales escenarios. Los mercados también incorporan su propia prima de riesgo soberano y sus efectos son mucho menos lejanos de lo que pensaríamos. Así, en esta ocasión me concentro menos en los anuncios de calificadoras y más en el mecanismo en que un cambio en la percepción de riesgo México puede afectar nuestra realidad económica, referencia más palpable para la mayoría de los agentes económicos.

Comienzo por señalar que así como las calificadoras asignan una referencia o evaluación a la deuda de países, estados, municipios o empresas, los mercados financieros tienden también a internalizar el perfil riesgoso de un activo a través de la demanda de un mayor premio sobre la tasa de rendimiento de dicho instrumento. De hecho, no es extraño que el riesgo incorporado por los mercados no se encuentre alineado con la opinión de las calificadoras crediticias. A juzgar por la no evidente reacción de los mercados de deuda gubernamental al anuncio de S&P, se podría pensar que un riesgo similar ya había sido incorporado por los mercados.

Lo anterior parecería lejano para la mayoría de los agentes económicos en una economía como la mexicana. Sin embargo, la incorporación o mayor demanda de una prima de riesgo soberano (detonado por ejemplo por un deterioro en la probabilidad de pago) puede ser seguida en su mecanismo de transmisión hacia la economía, o el sector real como le llaman los economistas.

Me concentro aquí en un mecanismo de transmisión en específico: el costo de financiamiento de gobiernos y empresas. Usualmente, el costo del crédito o de financiamiento privado suele tener como referencia a la tasa gubernamental del plazo más cercano. De esta forma, en caso de que los mercados demanden un mayor premio o pago por afrontar un mayor riesgo soberano, que se traduce en una mayor tasa de interés pagada por los bonos gubernamentales, el costo del crédito o de financiamiento de gobierno y empresas se eleva.

En un entorno como el arriba descrito, es claro que el principal incentivo es el suspender o cancelar proyectos de gasto o inversión que ahora tendrían que ser fondeados a un costo más alto. En términos económicos, no es aventurado suponer que algunos de estos proyectos pospuestos o cancelados habrían generado actividad económica al traducirse en mayor gasto o generación de empleo por parte de un proyecto específico, que habría terminado por traducirse igualmente en consumo.

De manera complementaria, las necesidades de financiamiento no necesariamente se ligan a planes de gasto o inversión de gobiernos o empresas. En ocasiones también se busca financiamiento ante la proximidad de vencimientos de deuda o cumplimiento de otro tipo de obligaciones. Un encarecimiento del costo de financiamiento entonces también podría traducirse en decisiones de recorte de gasto al interior de gobiernos y empresas con el fin de subsanar o amortiguar tales mayores costos de financiamiento.

Hasta aquí la descripción del mecanismo por el cual el deterioro en el perfil crediticio o de riesgo soberano no es algo lejano o sofisticado. Existen las vías por las cuales tales afectaciones en percepción pueden terminar afectando al sector real y teniendo impactos en el de corto, mediano o largo plazos.

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