La enorme polarización de nuestro vecino del norte y su enraizado bipartidismo puede volver confusas cuáles son las filias y fobias sobre si perteneces a un espectro político u otro, por ejemplo, los conservadores republicanos son provida respecto al tema del aborto, pero tienden a ser más racistas y estar a favor de la separación de familias migrantes, las deportaciones masivas y el uso indiscriminado de armas de fuego, lo cual no es muy humanista o cristiano. Por otro lado, los liberales demócratas hicieron su bandera electoral con temas controvertidísimos como los derechos transexuales o el aborto, aunque por otro lado han impulsado posturas más razonables como la no discriminación racial, étnica o religiosa, siempre y cuando no seas un hombre, blanco y cristiano.
Estas posturas tan antagónicas en algunos temas, pero que podrían tener puntos en común en otros, es lo que deja a una gran parte del electorado confundida y dubitativa de a qué lado inclinarse, lo que genera un importante número de votos “blandos”, en otras palabras, fueron los ciudadanos menos radicalizados los que en esta última elección terminaron de inclinar la balanza a favor de Donald Trump, sobre todo en sectores que hace cuatro años votaron por Biden.
¿Pero de dónde vino un cambio tan notable en tan poco tiempo?
La “cultura” woke en Estados Unidos, que se traduce al español como “despertar” o “despierta” y que significa la introducción de la agenda más liberal en la vida de los ciudadanos a través de políticas públicas, medios de comunicación, el cine, el arte, la educación escolar desde edades tempranas, las empresas e incluso el deporte. Es un esfuerzo concertado y organizado por las élites político-económicas que impulsan esta visión, no solo en Norteamérica sino en todo el mundo y que, aparentemente, tuvo una suerte de urgencia durante el periodo de Joe Biden.
A diferencia de esfuerzos anteriores para cambiar la mentalidad y cultura del pueblo americano, que con mucha facilidad podemos ver reflejados en sus series de televisión y películas, en esta ocasión todos estos cambios fueron más evidentes. Por ejemplo, la exitosa serie Friends fue una de las primeras en presentar a una pareja lesbiana con un hijo, lo que en su momento generó gran revuelo entre los sectores más conservadores, pero después de 10 años al aire ya nadie se escandalizaba por este tema, lo mismo ha pasado con otras series similares, por ejemplo, Game of Thrones mostró una relación incestuosa entre hermanos desde sus primeros capítulos, pero que al final ya a nadie le parecía extraño, etc.
La diferencia, en esta ocasión, es que pareciera que la izquierda americana se quedó seriamente dolida después de su derrota en el primer periodo presidencial de Trump y tenían una urgencia de poner a la gente al día con la aceptación de ¡toda su agenda! Así que decidieron empezar con uno de los temas más controvertidos que fue el de los transexuales, donde impulsaron políticas públicas para incluir esto en la educación de niños de primaria e impulsarlos a cambiar de género antes de que llegaran a la pubertad por medio de medicamentos y operaciones, esto sin la necesidad de que sus padres se enteraran. Por supuesto, se generó un gran escándalo entre los padres de familia.
El lenguaje inclusivo y la infinidad de opciones de identidad sexual se volvió un tema recurrente en medios de comunicación, artistas, redes sociales y salones de clases, siempre bajo la idea de no ofender los sentimientos de nadie en ninguna circunstancia, por absurda que esta pueda ser. También la inclusión racial, que era uno de los temas históricamente más justos, defendibles y que está íntimamente ligado a la migración; se llevó al extremo de cambiar desde los requisitos de admisión a una universidad o un empleo, hasta el elenco de series y películas taquilleras.
Todas estas acciones se sintieron mucho más como una imposición. Además, se descalificó a todos los que no pensaban así, llamándoles conservadores, racistas, fascistas, mojigatos, ignorantes, y un largo etc. Cuando en muchas ocasiones simplemente es gente normal, con una visión política más de centro y que en esta ocasión, inclinaron la balanza al otro lado. Así que, no fue el radicalizado voto duro, sino el blando el que hizo perder a los demócratas, lo números lo demuestran en la cantidad de votos directos que obtuvo Trump.
En otras latitudes digitales…
Nuestra democracia ya tiene un par de meses de haber muerto, ahora solo la enterraron más profundo.