La Nota Dura

Que Beatriz Gutiérrez Müller nos conteste

La impunidad se erige otra vez como el común denominador de la justicia mexicana: una niña de siete años abusada, una madre desesperada, una jueza miope o comprada.

Cuando termine de leer esta historia, usted va a querer no sólo pintar el Ángel de la Independencia, sino derribarlo; seguramente por la desesperación de esta maldita impunidad tomará el aerosol y escribirá la palabra 'justicia' en más de tres estaciones de metrobús, o por lo menos se desquitará con un semáforo ante la desesperación de que el abusador esté caminando tranquilo por las calles de Hidalgo.

Hace un par de días la periodista Nayeli Roldán contó en Animal Político la historia de una niña de siete años que vive en el municipio de Tezontepec de Aldama, Hidalgo. Hija de Mónica (un nombre cualquiera para cuidar la identidad de la verdadera madre), una mujer de 36 años que trabaja como empleada doméstica y estudia la preparatoria abierta, la pequeña asistía a la primaria del pueblo con la única esperanza de ser de esa minoría en el municipio que termina la educación básica.

En marzo de 2018, llegó a la escuela donde estudiaba la menor el maestro Juan N., se hizo cargo del grupo de primer año de primaria y siguió con los mismos alumnos cuando pasaron a segundo.

En abril de 2019, la niña comenzó a tener pesadillas y una noche le contó a su madre lo que le hacía el maestro a ella y a otras tres compañeras del salón: "Fue después del 14 de febrero, mami", dijo la niña. La periodista de Animal Político cuenta el momento del abuso: "A nadie en la escuela le pareció raro que Juan N. moviera su escritorio a una esquina al fondo del salón de clases y pusiera videos a los alumnos durante las clases, pero ahora cobra sentido. Mientras los alumnos sentados observaban la pantalla al frente, él llamaba a alguna de sus alumnas para sentarla en sus piernas. 'Yo me quería soltar, mami, pero él me apretaba fuerte las manos. Fueron cinco veces, mami', le contó la pequeña".

La niña no se atrevía a decir nada porque el agresor había amenazado a las demás alumnas con matar a su familia si contaban algo.

La madre escuchó la historia y, por consejo del pastor de la iglesia cristiana a la que asiste, acudió a la escuela a denunciar el hecho. El agresor ni siquiera lo negó, tanto la directora como el supervisor de la escuela le sugirieron denunciar penalmente tras la reacción del profesor.

Al siguiente día Mónica acudió con el padre de la niña, de quien se separó, al Ministerio Público de Tula, a dos horas de Tezontepec de Aldama. La valoración psicológica de la niña fue un infierno, tuvo que ser interrumpida en tres ocasiones; sin embargo, se concluyó que la pequeña presenta "estado emocional alterado en relación con los hechos que se investiga, caracterizado por miedo, angustia, ansiedad, temor, sentimientos de inadecuación, ya que carece de defensas psicológicas por su edad para hacer frente a la invasión a su cuerpo, lo que genera alteración psicosexual. Se siente insegura, tensa, bajo presión y amenazas". Aunque también fueron agredidas otras tres niñas, la periodista Nayeli Roldán señala que las familias de éstas prefirieron no denunciar porque podrían "afectarles" su futuro en el pueblo al ser catalogadas como mujeres que no tenían el mismo valor porque fueron tocadas.

A finales de junio se integró el examen psicológico a la carpeta de investigación y se giró orden de aprehensión contra Juan N. El juicio tuvo tres audiencias. En la primera, la defensa del acusado señaló que la niña caía en contradicciones en las fechas de los abusos, que incluso una de las fechas era un día inhábil. Eso fue suficiente para que, en la tercera audiencia, la jueza del Tercer Circuito de Tula, Xóchitl Rodríguez Camacho, decidiera que Juan N. no fuera vinculado a proceso, y que fuera dejado en libertad.

Pese a que está suspendido en funciones por parte de la SEP, pese a que él mismo no negó los hechos, pese a que el examen psicológico acreditaba el abuso, Juan N. está libre.

El caso llegó hace dos semanas a la Fiscalía General de la República. Es uno de los últimos recursos de la abogada de Mónica y de la niña, ella no tira el caso, y tampoco nosotros debemos de soltarlo.

La impunidad se erige otra vez como el común denominador de la justicia mexicana: una niña de siete años abusada, una madre desesperada, una jueza miope o comprada y un agresor que hoy lee tranquilamente este periódico. Gracias Nayeli Roldán por escribir esta tragedia.

¿No vale esta historia la palabra 'justicia' pintada de rosa en un monumento para que no se nos olvide lo que le DEBEMOS a esta niña de siete años? Que Beatriz Gutiérrez Müller nos conteste.

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