La Nota Dura

Muertos sin nombre

Javier Risco llegó a pensar que se resolvería el problema de los muertos sin identificar; hoy no ve un caminos que de una luz de esperanza.

En la edición 1802 del semanario Proceso, en mayo de 2011, la periodista Marcela Turati publicó un texto titulado "… y cadáveres en búsqueda de identidad". Faltaba un año para el fin del sexenio de Felipe Calderón y México ya estaba inundado de muertos. Leer el trabajo de Turati nos advertía una crisis que ningún gobierno fue capaz de ver. En el reportaje, organismos internacionales, víctimas, voces de colectivos advertían de muertos que desbordaban todos los Semefos y anfiteatros del país, lugares que se convertían en depositarios de miles de desconocidos. Así empezaba este trabajo periodístico hecho hace casi una década atrás: "Expertos de la ONU visitaron México en marzo y en su informe evidenciaron las fallas institucionales en el tema de la identificación de desaparecidos: no hay políticas ni planes para buscar personas ni coordinación entre procuradurías ni legislación para atender el problema ni protocolos para la exhumación ni cifras reales".

Nada ha cambiado, todo ha empeorado. Turati ha seguido escribiendo, no suelta el tema, se ha convertido en una carrera de fondo tratando de alcanzar la justicia y la verdad para miles de familias, el traernos sus historias. Ayer, la organización periodística Quinto Elemento Lab publicó un trabajo que muestra la magnitud de la "Crisis forense" que vivimos (o sobrevivimos). De acuerdo con datos oficiales, entre 2006 y 2019, 38 mil 891 cuerpos han ingresado a los Servicios Médicos Forenses sin ser identificados. En el trabajo hay una gráfica del terror: la herencia de cada sexenio de cuerpos no identificados. Las fotografías sonriendo de los expresidentes Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto hace al gráfico más tétrico. En los seis años del panista se acumularon 9 mil 349 cuerpos no identificados por todo el país; en el sexenio del priista se acumularon 17 mil 590 más y la escalada no ha cedido en el primer año de López Obrador, y no cede porque no ha habido ninguna estrategia federal para detener las masacres y los muertos. En 2019 se registraron 4 mil 905 cuerpos no identificados.

En el trabajo periodístico de Efraín Tzuc y Marcela Turati se detienen en la promesa de la 4T, hecha a mediados del año pasado, sobre la creación de un Mecanismo Extraordinario de Identificación Forense que devuelva el nombre a las miles de personas que permanecen como anónimos en los Semefos del país; sin embargo, es septiembre de 2020 y todavía no ha sido puesto en marcha este mecanismo y los anónimos siguen apilándose.

Cuando se preguntan ¿dónde están los cuerpos sin identificar?, las respuestas invitan a la desesperanza: 27 mil 271 han llegado a la fosa común, 5 mil 446 aún permanecen en los Semefo, 2 mil 589 han sido donados a universidades, 999 son desconocidos por la autoridad y 53 en funerarias.

Ahí la fotografía de un país que en 2006 tenía 178 cuerpos no identificados, 178, leyó bien. ¿Cómo carajos llegamos a acumular casi 40 mil? En 2011 la ONU advertía lo que hoy vivimos, hoy ¿hacia dónde volteamos? ¿Qué mecanismo internacional es capaz de sentar a nuestras autoridades y obligarlas a dar verdad a miles de familias que buscan a sus desaparecidos? Sólo puedo imaginar lo que seremos en 10 años, lo que escribirá Marcela Turati en 2030, los saldos que acumularemos, el país que no seremos y lo que cargaremos en nuestras espaldas y conciencias, habrán pasado gobiernos de todos los colores, cuarta, quinta y sexta transformaciones y estaremos más inundados de muertos. Nada me hace pensar que será distinto, hace una década pensé que pronto se resolvería, hoy pienso que no hay caminos que nos den una luz de esperanza.

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