La Nota Dura

Las tres muertes de Miriam Rodríguez

Historias como la de Marisela Escobedo tenemos de sobra en este país de las tragedias, y refrescar la memoria de la indignación alimenta la no repetición.

Hace algunas semanas en este espacio escribí del documental Las tres muertes de Marisela Escobedo; lo que me provocó en aquel entonces he visto que se ha replicado en el sentir de miles de personas en las redes sociales. Los adjetivos se repiten: indignación, impotencia, desolación, enojo y rabia; no he leído un solo comentario que incluya la resignación, sin embargo, sí he escuchado a muchas personas preguntándose: ¿qué estaba haciendo en 2010 para que me pasara de largo esta historia? ¿Por qué no lo destruimos todo hace diez años? ¿Por qué el gobernador de Chihuahua, César Duarte, siguió gobernando sin la mayor preocupación? ¿Por qué? Hemos cambiado, las agresiones contra las mujeres ocupan las portadas de los medios, ellas toman las calles y monumentos, y no pasa un solo día sin que le retumben los oídos a las autoridades de ese pendiente envuelto de impunidad que llena todo Palacio Nacional llamado feminicidios.

Historias como la de Marisela tenemos de sobra en este país de las tragedias, y creo que refrescar la memoria de la indignación también alimenta la no repetición. Urgen cientos de documentales que nos recuerden que NO hay historias 'extraordinarias', sólo impunidad cotidiana y víctimas que esperan justicia. Aquí va otra que no podemos olvidar, la de Miriam Elizabeth Rodríguez Martínez.

La primera columna que escribí en este diario fue el 15 de mayo de 2017, acababan de asesinar a Miriam Elizabeth, justo la titulé 'Miriam y el olvido'. La asesinaron un Día de la Madre, en San Fernando, Tamaulipas. "La última parte de su vida fue un infierno que recorrió con la frente en alto, sola, con sus fuerzas y con todas las autoridades en contra –porque en este país el manual introductorio a la impunidad lo encuentras en el Ministerio Público. En 2012, un grupo delincuencial secuestró a Karen Alejandra Salinas Rodríguez, hija de Miriam. Nunca se detuvo, dos años después gastó todos sus recursos, olvidó su vida y con noches en vela ella dio con el paradero del cuerpo de su hija en una fosa clandestina; no sólo eso, tras su investigación entregó información para la captura de los responsables. Ahí comenzaron las amenazas, todos levantaron la voz, todos lo advirtieron, las autoridades la dejaron morir", escribí en aquel momento. A ella también la mataron tres veces: cuando asesinaron a Karen, cuando salieron sus agresores, y cuando en San Fernando entraron a su casa para callarla para siempre. Son historias tan parecidas, finales tan iguales, que dan escalofrío todos los que se han acumulado en la última década y la impunidad que los inunda.

Nos queda la memoria y el pendiente de lo que fue y de los que hoy viven esas realidades. Sirve la catarsis, pero también la acción: la puerta está en una comisión de la verdad y acceso a la justicia; la ayuda, de organizaciones internacionales en un problema que no podemos resolver solos. Ojalá exista la voluntad política, ojalá a nadie más lo vuelvan a matar de la misma forma que a Marisela y Miriam.

COLUMNAS ANTERIORES

‘La vocera’
¿Dejó de confiar?

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.