La Nota Dura

'Dolor y gloria'

Lo que volvió fue esa sensación que provoca su cine, que a algunos les da en el pecho, a otros en la garganta detrás de la lengua y a otros entre las pestañas.

Cada cierto tiempo, cíclicamente, tengo la misma discusión con mis amigos. No es una discusión intensa, ya que los argumentos los conocemos de memoria. Más que discutir, parece que nos atrevemos a intentar convencernos, nuevamente, a tantear si hemos cambiado de opinión, pero no.

Antes de comenzar a polemizar, siempre hacemos un recorrido por lo que coincidimos.

Coincidimos en que las primeras películas que hizo Almodóvar, aquellas que se hicieron cuando éramos niños o cuando ni siquiera existíamos, pero que nosotros no vimos sino hasta grandes, nos maravillan intermitentemente y nunca en su conjunto. Es que da la sensación de que esas películas fueron producto de una pulsión y no de un creador. Hechas por el espíritu de un director. Coincidimos en que nuestra impresión de Pepi, Luci y Bom, ¿Qué he hecho yo para merecer esto? o Matador, es que son, en alguna medida no menor, perturbadoras.

Luego de ese periodo, y coincidiendo con la creación de su propia firma, EL DESEO, viene una declaración de principios, una construcción de universo, un manifiesto de identidad. Una seguidilla de tremendas películas: Mujeres al borde de un ataque de nervios, ¡Átame! y Tacones lejanos. Seguidas de Kika, La flor de mi secreto y Carne trémula, que no llegan a la genialidad de las tres primeras, pero que suman a esa construcción del mundo Almodóvar. Hasta ahí seguimos de acuerdo, pero llegamos a Todo sobre mi madre y Hable con ella, y algo se rompe.

Yo soy de Todo sobre mi madre, es mi favorita. La puedo ver dos veces el mismo día. Es una película que me saca lágrimas. Una cinta que toca mis fibras que invita a universos increíbles, universos que muestra el cine de Almodóvar: travestismo+teatro+VIH+muerte+trasplantes de corazón+más muerte. Todos elementos tratados de la forma más conmovedora y delicada. Una vez se la conté a alguien durante un viaje y me emocioné de volver a pasarla por mi cabeza. Viajar y esa película es una mezcla compleja.

Para otro de mis amigos, Hable con ella es lo mejor que ha hecho, no sólo el manchego, sino que el cine en español. Dice que él la enviaría al espacio para que sepan de lo que somos capaces los humanos (es exagerado mi amigo). Para él, las capas de la trama tienen un peso mayor que en Todo sobre mi madre. Dice que todo en esa película tiene simbología y significado: la obra de teatro con la que abre y cierra es Café Müller (pieza fundamental del arte contemporáneo), de la coreógrafa Pina Bausch; la historia de una mujer torera; el hombre que se "enamora" de la que está en coma; Caetano Veloso y Cucurrucucu paloma; la lágrima que corre por la mejilla de Darío Grandinetti y que no hace ruido al caer, pero que retumba en el pecho de quien la ve (es cursi mi amigo).

Y ese debate lo hemos tenido cíclicamente cada vez que Almodóvar ha sacado una película nueva desde entonces. Sin embargo, estamos de acuerdo con que no había vuelto atacarnos de aquella forma; de hecho, pensábamos que no lo volvería a hacer.

Esta semana, con los mismos amigos con los que discuto, fuimos a ver Dolor y gloria.

Esta vez no discutimos, salimos de la sala meditabundos y luego de un rato coincidimos en que había vuelto, pero no nos referíamos al director ni a Antonio Banderas (que está impresionante). Lo que volvió fue esa sensación que provoca su cine, que a algunos les da en el pecho, a otros en la garganta detrás de la lengua y a otros entre las pestañas.

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