La Nota Dura

Dar vuelta el marcador

Cada vez que veamos a las chicas afganas saltar a la cancha, seamos conscientes que su partido se juega en otro campo y, aunque no parezca, van ganando.

Imagínense a una multitud de hombres, sólo hombres, miles, que caminan por las calles rumbo a un estadio para ver un partido de futbol. Ahora imaginen que esa masa va indignada, que van a ver el juego, pero no les importa el resultado, no les importa el marcador ni el rival y mucho menos las alineaciones o la táctica. Por el camino van recogiendo piedras y palos, y destruyen cosas cantando canciones de guerra, no de futbol. El colmo de la locura es que no van a descargar la ira con el equipo rival, no, ellos tienen pensado atacar a su propia selección.

A pesar de lo increíble y surreal que parezca esta imagen, es posible y probable. Y es que a la mayoría de los que integran esa horda sin control, ni siquiera le gusta el futbol, van ahí por otro motivo.

El próximo 24 de septiembre se llevará a cabo, en Madrid, el World Football Summit, el evento anual de la industria internacional del futbol. Para que se haga una idea, este encuentro es algo así como el festival de Cannes del futbol; es decir, se presenta desde nueva tecnología hasta lanzamientos de nuevos proyectos de estadios o videojuegos, pasando por encuentros de formadores y representantes y un sinnúmero de charlas de figuras del balompié.

En esta cita también reconocen y premian a figuras destacadas en algún ámbito del deporte rey. Este año se premiará a las jugadoras que integran la Selección de Afganistán, por su contribución en la lucha por los derechos humanos, la discriminación y el abuso sexual.

Un plantel de muchachas que, gracias a la pasión que ponen en el futbol, le recuerda al mundo lo difícil que es ser mujer y, más aún, en países como el suyo, en el que no sólo los hombres y las leyes no las ayudan, sino que las tradiciones y la religión son enemigos aún peores, al ser la eterna justificación de todo tipo de abusos.

Kelly Lindsey (Omaha, Nebraska, 1979), exjugadora de fútbol profesional y antropóloga, se hizo cargo, en 2015, luego de una serie de coincidencias en su vida, de la Selección de futbol femenil afgana. El último partido de futbol femenil que se jugó en ese país asiático fue en el año 2014, es decir, un año antes de que la actual seleccionadora asumiera, y acabó suspendiéndose por los ataques de los propios afganos hacia sus jugadoras.

Las Selección de esta república islámica, la conforman chicas nacidas o radicadas fuera del territorio, es decir, en la diáspora. Sin embargo, a pesar de que las estrictas leyes del país no las alcanzan, muchas de ellas deben mentir a sus familias, e incluso huir de sus casas para poder entrenar y acudir al llamado de su seleccionadora en alguna nación neutral cercana.

Pero la labor de Lindsey ha ido mucho más allá de los márgenes de un campo de juego. En cuanto asumió el cargo, comenzó a investigar sobre casos de abuso sexual sistemático denunciados por sus jugadoras. Luego de más de tres años de presentar pruebas e investigaciones en conjunto con The Guardian, han logrado desmantelar dicha red, que estaba encabezada ni más ni menos que por el propio presidente de la federación de futbol, a quien la FIFA finalmente destituyó.

Dentro de los testimonios de la entrenadora al diario El País, dice que cuando les preguntó a sus dirigidas por qué estaban haciendo lo que hacían, lo primero que dijeron es que jugaban futbol por todas las mujeres de su país que no tenían voz.

Cada vez que veamos a las chicas afganas saltar a la cancha, seamos conscientes que su partido se juega en otro campo y, aunque no parezca, van ganando.

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