Javier Murillo

Shenzhen, el lugar más cool del planeta

El crecimiento tecnológico de esta ciudad china la ha llevado a desarrollar productos a más tardar en 6 semanas cuando en una empresa occidental demoran hasta año, lo que la ha convertido en una nueva Silicon Valley mejorada, escribe Javier Murillo.

*Fundador y Presidente del Consejo de Metrics

Si alguien me preguntara en este momento: cuál es la ciudad del futuro y de la Inteligencia Artificial, sin duda alguna respondería que Shenzhen. Es una urbe de 12 millones de habitantes localizada en el delta del río de las Perlas, en la costa sur de la provincia de Cantón, en China.

Desde este lugar, 24 millones de toneladas métricas de contenedores con tecnología de distintos tipos salen cada mes para llegar a cientos de ciudades, y comercializar desde selfie sticks, bicicletas eléctricas o hasta un dron que sobrevuela prácticamente cualquier lugar. Es muy probable que su dispositivo diga "Hecho en China" y si es así, viene de Shenzhen.

Al puro estilo de una genuina Smart City, con el despliegue de redes 5G, su sistema ferroviario estrenará el reconocimiento facial y pagos móviles. Incluso hace unos días uno de los mayores productores de coches eléctricos del mundo BYD presentó en esta ciudad un autobús biarticulado de 27 metros de largo que ha sido bautizado como "el autobús eléctrico más largo del mundo", el K12A, que cuenta con una capacidad para transportar a 250 personas (el Metrobús de la CDMX tiene capacidad para 160 pasajeros). El nuevo autobús chino alcanza una velocidad máxima de 70 km/h y su autonomía es de 299 km por carga.

Shenzhen, en sus inicios productivos, inundó al mundo con artilugios baratos y de dudosa calidad. Sin embargo, su crecimiento tecnológico la ha llevado a desarrollar productos a más tardar en 6 semanas cuando en una empresa occidental demoran hasta año y medio como las copias de teléfonos Nokia, Samsung y Apple. En otros espacios hemos hablado de cómo ahora los chinos trabajan bajo la filosofía de aprender de lo que ya se ha realizado para trascender e innovar. Por estas razones, actualmente a esta comunidad asiática se le considera como la nueva Silicon Valley mejorada, pues es un centro global de innovación con espíritu empresarial y de muy alta fabricación.

Es interesante conocer el antecedente de cómo el gobierno local ha contribuido a este extraordinario desarrollo. Dentro de sus políticas públicas otorga apoyos económicos a sus ciudadanos para incentivar la creación de patentes y permite la accesibilidad de espacios físicos para fabricantes. Hoy los especialistas de Shenzhen, en lugar de inventar hardware, están creando productos sofisticados que combinan hardware con software, como scooters eléctricos que se pueden reservar a tiempo, drones controlados por 'apps' y hasta vehículos semiautónomos.

La duda razonable ante el escenario es si una potencia como Shenzhen puede seguir adaptándose y creciendo frente a tres amenazas combinadas: las barreras crecientes para la globalización, un gobierno chino tecnológicamente autoritario y los costos de su propio éxito. ¿Estaremos viendo la caída de Silicon Valley?

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