Javier Murillo

Hawking y la IA

Aunque el impacto a corto plazo de un sistema de IA depende de quien lo controla, la cuestión a largo plazo es si un sistema así puede ser controlado por humanos, escribía Hawking en un artículo.

Javier Murillo es fundador y presidente del Consejo de Metrics.

Stephen Hawking nació 300 años después que Galileo Galilei y murió esta semana, el día del cumpleaños de Albert Einstein y del número π (pi). No podía ser diferente.

Hawking lo sabía: "Si miramos hacia el futuro, no hay límites a lo que podemos lograr en este campo (IA). No hay ninguna ley física que impida que las partículas en un sistema de inteligencia artificial se reordenen a sí mismas para realizar cálculos más complejos de los que somos capaces de hacer los seres humanos". Aun así no nos hincamos ante la tempestad.

Así lo anotó en un artículo que escribió en conjunto con el especialista en computación Stuart Russell, y los físicos Max Tegmark y Frank Wilczek, mismo que dio la vuelta al mundo justo en marzo de hace tres años.

Quién lo diría. Que una de las mentes más brillantes de todos los tiempos, en lo personal lo comparo con Einstein, una personalidad icónica por su capacidad y su esfuerzo aún frente al impedimento físico tocara, también, uno de los miedos más comunes entre los seres humanos, el miedo a ser esclavo de su creación.

En el mismo artículo, Hawking nos abrió la puerta a la posibilidad y a la esperanza: "Aunque el impacto a corto plazo de un sistema de inteligencia artificial depende de quien lo controla, la cuestión a largo plazo es si un sistema así puede ser controlado por seres humanos".

Aquí está el enorme quid del tema. Reconocemos todos las miles de ventajas que la IA confiere al servicio de la humanidad. Y la advertencia es a considerar todas las implicaciones, preverlas a tiempo, antes de que sea tarde.

No podemos (ni debemos) resistirnos a la IA. Es como ponerle puertas al campo. Pero, sí, es un tema prioritario para llevarse a discusión pública.

Quiero que vean que Hawking, el titán de la investigación astrofísica, el gran divulgador, vio todo ese potencial como algo realizado. Algo que ya existe, que ya revolucionó la vida humana y lo que pidió es que se estudiara y se analizara desde todos los campos. Su claridad y capacidad de hacer simples las cosas complejas, es lo que más nos duele de perder su mente.

Los titulares sensacionalistas le dieron revuelo a su apunte y, por qué no, el tema es empático para un enorme trecho de la humanidad, temerosa de perder su empleo o ser sustituida en cualquiera de sus funciones vitales por un robot o un algoritmo. Pero, en realidad, lo que el físico británico pidió, insisto, es que se estudie más al respecto.

En el mismo artículo que tanto se distribuyó por internet lo especificó: "Aunque sabemos que la IA tiene el potencial para ser el mayor acierto o el peor error de la humanidad, no se están investigando seriamente sus implicaciones. Las únicas organizaciones que están estudiando esto son el Centro Cambridge para el estudio del riesgo existencial, el Instituto para el futuro de la humanidad, el Centro de Investigación de Inteligencia Artificial o el Instituto Vida Futura. Todos nosotros deberíamos preguntarnos desde hoy mismo qué puede hacerse para aprovechar lo mejor de la inteligencia artificial y evitar lo peor".

Resulta emblemático que el embajador de la ciencia por excelencia haya dejado entre sus últimos y más reconocidos análisis un conjunto de advertencias sobre la inteligencia artificial. Fue capaz de encontrar, con su visión inigualable, que con la IA estamos frente un futuro "de incalculables posibilidades, oportunidades y riesgos". Debemos todas las precauciones para asegurar el mejor resultado posible. La mejor forma de honrar al genio es asumir la responsabilidad que nos toca a cada uno, yo por mi parte lo haré desde este espacio.

Stephen Hawking, la mente brillante, el gran visionario. Ya estará en su camino de regreso al big bang.

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