Javier Murillo

El futuro del trabajo

Javier Murillo indica que, de acuerdo con un estudio de la OIT, las máquinas no deben reemplazar al hombre, deben habilitarlo.

La Organización Internacional del Trabajo recién publicó un estudio sobre el futuro del trabajo. Para 2030 se deben crear 344 millones de nuevas plazas en el mundo, que si los sumamos a los 190 millones de desempleados actuales, dejan con un vacío de 534 millones de empleos.

En la misma investigación se reporta una caída en el crecimiento de la remuneración a trabajadores de 2.4 por ciento; más del 36 por ciento de los empleados exceden las horas de trabajo; las mujeres ganan 20 por ciento menos que los hombres, y además se sigue acrecentando la concentración de la riqueza: el 1 por ciento de los más ricos recibe el 27 por ciento del crecimiento de los ingresos, cuando el 50 por ciento más pobre recibe solo el 12 por ciento.

Pero el indicador más revelador es el del trabajo informal. Dos mil millones de personas trabajan en el mercado informal en el mundo, es en ese mercado donde está el principal riesgo, ese es el grupo más vulnerable. Es aquí donde se vuelve estratégica la identificación e instrumentación de programas que permitan a estos grupos desarrollarse al nivel que requerirá la cuarta revolución industrial, la de la automatización inteligente.

Aunque la solución es simple: las máquinas no deben reemplazar al hombre, deben habilitarlo; la ejecución de esa visión es compleja. El llamado, según el estudio, es a poner al individuo y el trabajo que hace en el centro de las políticas sociales, económicas y de negocios. Un enfoque humano para determinar el futuro del trabajo, basado en tres pilares.

El primero es invertir en las capacidades humanas. En un artículo sobre Jeff Bezos, el multimillonario decía que lo que más valora de un candidato es su capacidad de aprender. En lo primero que tendremos que entrenar a la gente es en la forma que enfrentan el cambio, sobrevivir en una sociedad tecnificada requiere de gran capacidad de adaptación, aprendizaje y evolución continua.

La segunda política es invertir en instituciones de trabajo que aseguren libertad, dignidad, igualdad y seguridad económica. Hoy los poderes de gobierno de la mayoría de las democracias atienden a los intereses económicos de grandes corporaciones y no de individuos. La única forma de sustentar las iniciativas que se requerirán es la de fortalecer instituciones que estén enfocadas en los trabajadores.

La tercera política es invertir en trabajo decente y sostenible. Uno de los fenómenos que ha causado la alta concentración económica es la vulneración de la clase media. Antes una persona podía vivir dignamente con un solo trabajo, por eso empresas como McDonald's se volvieron verdaderas instituciones que promovieron el auge económico de EU, pero hoy ya no es así. El sueldo de una cadena de ese tipo ya no alcanza para vivir por encima de la línea de pobreza. Se tendrá que regresar a políticas de impuestos que graven el ingreso excesivo -a veces grosero- de empresas, directivos e inversionistas.

El estudio concluye que ya hay países que avanzan en esos ejes y marcan la pauta para el resto. En México aún no se vislumbran políticas en esa vía, ni siquiera hemos iniciado la conversación.

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