El fiscal de hierro

Carta al presidente

Aunque López Obrador ya se va, la historia lo juzgará. El tiempo pondrá en su lugar a cada actor de esta trágica historia que ha sido su administración.

En esta ocasión, voy a exponer públicamente y dirigirme al licenciado Andrés Manuel López Obrador, quien el día 1 de octubre entrega la presidencia de la República, para dejar constancia de lo que pienso como mexicano:

Soy un viejo abogado, profundamente consternado por el estado actual de nuestra nación y por el incierto futuro que se vislumbra para México. He decidido escribirle para expresarle mis preocupaciones, las cuales considero fundamentales, pues el destino de nuestro Estado merece una reflexión seria y profunda.

Señor presidente, tuve el honor de conocerle cuando aún militaba en el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Recuerdo bien el momento en que decidió cambiar de partido, buscando una oportunidad para gobernar Tabasco. Su persistencia y dedicación para alcanzar sus metas políticas son innegables, y por ello no puedo evitar admirar su capacidad de perseverar frente a las adversidades.

Sin embargo, su tiempo en el poder ha estado marcado por un enfoque desviado de las prioridades reales de nuestro país. Mientras usted ha mantenido una comunicación constante con el pueblo, muchas de las necesidades urgentes, como la inseguridad, la corrupción y el respeto por el Estado de derecho, han quedado relegadas. Nuestra nación enfrenta hoy niveles de criminalidad sin precedentes, con casi 7 mil organizaciones criminales activas y varias regiones de México controladas por cárteles. Su política de ‘abrazos, no balazos’ ha fracasado rotundamente, dejando un legado de violencia y ausencia de justicia.

Uno de los aspectos más preocupantes de su administración ha sido la falta de resultados tangibles en el combate a la corrupción. Aunque inició su gobierno con el discurso de erradicar este mal, la corrupción no solo persiste, sino que parece haber encontrado nuevas formas de manifestarse en los proyectos que promovió. El aeropuerto internacional Felipe Ángeles, la refinería Dos Bocas y el Tren Maya no han entregado los beneficios prometidos, mientras que los costos han incrementado la deuda pública de manera alarmante.

Otro tema delicado es la reciente reforma al Poder Judicial, un ataque directo al equilibrio democrático que debería prevalecer en nuestro país. La decisión de promulgar la reforma, incluso en contra de suspensiones dictadas por jueces de distrito de amparo, es un claro ejemplo de cómo se han violado los principios básicos del constitucionalismo, cuya esencia es limitar el poder a través del derecho. Este hecho, señor presidente, no solo representa un peligroso precedente, sino que vulnera la independencia del Poder Judicial, un pilar esencial para garantizar el Estado de derecho en cualquier democracia.

En cuanto al manejo de la pandemia de COVID-19, el país fue testigo de una gestión errática y desorganizada que provocó la pérdida de miles de vidas mexicanas. La irresponsabilidad y la falta de experiencia del doctor Hugo López-Gatell, a quien usted confió esta tarea, han dejado cicatrices profundas en nuestra sociedad. Esta tragedia, que pudo haberse mitigado con un enfoque más serio y profesional, es otra mancha en su administración.

Señor presidente, a pesar de sus intentos por realizar su ‘cuarta transformación’, la realidad es que deja un Estado más fragmentado, más endeudado y más vulnerable a la corrupción y la criminalidad, su ‘transformación’ no es más que una destrucción. Me pregunto, con tristeza, ¿qué país le deja usted a su sucesora, Claudia Sheinbaum? No solo hereda un cargo complejo, sino también las profundas divisiones y problemas estructurales que su administración ha agravado.

Por último, señor presidente, le recuerdo que, aunque usted ya se va, la historia lo juzgará. Seguramente no estaré presente para presenciar ese juicio, pero tengo la certeza de que el tiempo pondrá en su lugar a cada actor de esta trágica historia que ha sido su administración.

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