Jaime Sanchez Susarrey

Reelección: apostillas

Si AMLO obtiene una amplia mayoría en la elección intermedia no sólo reactivará la idea de un Congreso Constituyente, sino que se replanteará la cuestión de la reelección.

AMLO firmó la semana pasada, a propósito de la iniciativa de revocación de mandato, un compromiso de no reelección. En dicha carta hay un párrafo notable: "Ciertamente, fui elegido para ejercer la Presidencia durante un sexenio, pero según nuestra Carta Magna, el pueblo tiene en todo momento el derecho de cambiar la forma de su gobierno; es decir, el pueblo pone y el pueblo quita".

Este precepto, en el contexto citado, puede interpretarse de ida, pero también de vuelta. El derecho del pueblo a revocar el mandato, tiene un reverso: el derecho del pueblo a prorrogar el mandato, mediante la reelección.

El interés de AMLO en la revocación no es nuevo. Siempre ha jugado con esta idea. Pero la utilidad de la misma es cuestionable: primero, porque los seis años de gobierno acotan el periodo de sanción del pueblo; segundo, porque en caso de producirse una revocación, se generaría inestabilidad e incertidumbre; tercero, porque Hugo Chávez recurrió a dicho procedimiento, para luego encaminarse a la reelección.

Pero, dejando de lado esas objeciones, la intención de la revocación del mandato parece tener otro objetivo inmediato: la aparición de AMLO en la boleta electoral en la elección intermedia, tal como ha denunciado la oposición.

En 2021 estarán en juego 300 diputaciones de mayoría, 200 de representación proporcional, 13 gubernaturas y cientos de presidencias municipales. El efecto AMLO en la boleta sería tremebundo en el ánimo de los electores, si el presidente conservase la popularidad que ahora tiene, favoreciendo a los candidatos de Morena.

Para AMLO esa elección es capital, porque podría otorgarle una mayoría compuesta en la Cámara de Diputados, consolidaría su poder en los estados y le abriría las puertas para efectuar las reformas constitucionales que se propusiera.

Vale agregar que en el discurso del 5 de febrero, López Obrador se refirió explícitamente al tema de un Congreso Constituyente: señaló, por un lado, que no está en la agenda inmediata, pero, por el otro, no lo descartó y lo puso en stand by.

Sobra agregar que las tres transformaciones que contabiliza el presidente de la República –Independencia, Reforma y Revolución– concluyeron, cada una de ellas, con una Constitución: 1824, 1857, 1917.

¿Por qué, entonces, AMLO decidiría dejar mocha la cuarta transformación, que, según su visión y convicción, será tan importante y trascendente para la historia como las tres anteriores? La respuesta es sencilla: no hay ninguna razón lógica.

Y es así como entramos de nuevo al tema de la reelección. Lo primero a señalar es que el viejo lema de la Revolución: 'sufragio efectivo, no reelección', ya no tiene la vigencia que tenía, dado que ahora los senadores, diputados y presidentes municipales se pueden reelegir.

Lo segundo que varios han señalado, es que AMLO asumió en su carrera compromisos que no ha respetado: 2006, reconocer la derrota; 2012, irse a Palenque si perdía la elección; 2018, no reformar la Constitución durante los primeros tres años de su gobierno.

De hecho, la promesa de mantener intacta la Constitución en la primera mitad de su sexenio partía del supuesto que no alcanzaría la mayoría absoluta en la elección presidencial. Fueron los resultados del 1 de julio los que le permitieron modificar la estrategia, acelerar los tiempos y lanzarse por las reformas constitucionales.

Pero lo que ocurrió en el pasado reciente no tiene por qué no repetirse en el mediano plazo.

Si AMLO obtiene una amplia mayoría en la elección intermedia no sólo reactivará la idea de un Congreso Constituyente, sino se replanteará la cuestión de la reelección.

Cabe, incluso, la posibilidad que la iniciativa de reabrir ese expediente sea obra de una o varias corrientes de Morena y que, entonces, AMLO argumente que la última palabra sólo la puede tener el pueblo, que pone y quita.

Quienes argumentan que su edad y estado de salud serán un impedimento definitivo, deben recordar el caso de François Mitterrand, que alcanzó la presidencia a los 65 años, se reeligió por un segundo periodo, hasta sumar 14 años en el poder.

En política nada se puede dar por descartado. Menos aun cuando el discurso y la práctica del presidente en funciones pretende edificar un nuevo régimen. Así que si la oportunidad se presenta, no hay ninguna razón para suponer que será archivada.

COLUMNAS ANTERIORES

Rompecabezas
Marx 'versus' la 4T

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.