Jaime Sanchez Susarrey

Ineptitud

El presidente cree que está jugando a las vencidas, que tiene todos los ases y todo el tiempo del mundo; pero se equivoca, escribe Jaime Sánchez Susarrey.

Nunca se hizo un diagnóstico ni se trazó una estrategia. El 6 de enero, AMLO tronó: la ordeña de ductos representa apenas el 20 por ciento del robo total. En realidad es una pantalla de los ladrones de cuello blanco que operan en el piso 3 de la Torre de Pemex.

Sin embargo, a los pocos días, dio un giro de 180 grados. La prioridad fue el cierre de ductos para combatir el robo. Adicionalmente, esa estrategia ha sido arbitraria: en Puebla, capital del huachicoleo, no hay mayor escasez. Pero el cierre del ducto Salamanca-Guadalajara tiene a la segunda ciudad del país paralizada.

Hay que repetirlo: no hubo planeación ni reflexión. El orden de los factores, en este caso, sí alteró el producto: el gobierno federal cerró ductos, no informó a los gobernadores, produjo desabasto y, sólo entonces, se planteó comprar pipas y contratar choferes.

Un mínimo sentido común hubiera dictado lo inverso: comprar pipas, contratar choferes para crear una red capaz suplir el abastecimiento y, sólo entonces, haber informado a los gobernadores y cerrar los ductos.

La historia no termina allí. Los datos del Mexican Center Energy y las investigaciones de la periodista Ana Lilia Pérez coinciden, groso modo, en que la ordeña de ductos representa el 20 por ciento o menos del robo total, y que el saqueo mayor proviene de la corrupción interna en Pemex, que incluye el robo de pipas y redes paralelas de distribución.

Lo anterior, como se puede ver, coincide con las primeras declaraciones de AMLO y permite afirmar: a) que el cierre de ductos es apenas un paliativo; b) que el gobierno está esquivando lo central: la corrupción en el interior de la empresa y la responsabilidad que pudiera tener el sindicato petrolero.

Pero esa estrategia fallida, para procesar a los delincuentes y detener la sangría, ha sido de una efectividad absoluta para generar desabasto y someter a millones de ciudadanos a colas enormes para abastecerse de unos cuantos litros de gasolina.

No se trata sólo de las miles horas-hombre perdidas y de la zozobra que se genera, sino de daños materiales y económicos de decenas de miles de millones de pesos. Según un estudio de Banamex, el desabasto afecta a 15 estados que generan el 67.4 por ciento del PIB. Y agrega que de restablecerse el suministro, en los próximos días, las pérdidas representarían 39 mil millones de pesos, si bien habría una recuperación de 13 mil millones de pesos en febrero y 3 mil más en marzo; pero si se prolonga, hasta alcanzar 45 días, los daños ascenderían al 0.3 por ciento del PIB, equivalente a unos 65 mil millones de pesos.

El escenario, que ya se dibuja en el horizonte, será el desabasto de bienes de consumo y la parálisis de cadenas productivas que abastecen el mercado interno o exportan productos.

Concentrar toda la estrategia en el cierre de ductos y su sustitución por pipas tiene otras objeciones: a) que el robo de pipas es tan importante o más que la ordeña de ductos; b) que el costo es 14 veces superior al de ductos; c) que no es seguro que se logre abastecer al país en su conjunto, por lo que se podría generar un desabasto crónico.

Añado que las pipas son robadas por la delincuencia organizada y que es muy dudoso que, si el gobierno federal no puede vigilar y proteger los ductos, para lo que existe tecnología muy avanzada, sea capaz de impedir el robo de pipas en las decenas de miles de kilómetros de las carreteras.

Por si todo lo anterior fuera poco, la decisión de encargar al Ejército la operación de las pipas es, por un lado, el reconocimiento de que hay graves problemas en el interior de Pemex. Y, por el otro, que se le están asignando al Ejército tareas que no le corresponden, como desarrollos inmobiliarios o la construcción de Santa Lucía.

El único que ha ganado con el cierre de ductos es AMLO. Las encuestas lo confirman. Pero el contexto social y económico es muy complejo y se puede descomponer aún más en cualquier momento, como ya ocurrió en Tlahuelilpan.

El presidente de la República cree que está jugando a las vencidas, que tiene todos los ases y todo el tiempo del mundo. Pero se equivoca. Si el desabasto se prolonga, los daños a la economía serán más negativos que el robo a Pemex; y los delincuentes, si no son detenidos y procesados a la brevedad, pueden hacerle una guerra de guerrillas de la que no saldrá victorioso.

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