Mitos y Mentadas

¿Rumbo a la mediocridad?

Aspectos como la cultura de la excelencia académica, los hábitos de estudio y la cultura de la excelencia en México se compara negativamente con otros países, que muestran un mayor desarrollo.

El eje central de mi reciente libro Y ahora pa´ dónde es la importancia de la cultura para el desarrollo económico, social y político de los países. Para decirlo en términos sencillos, la cultura es como el agua de la sopa en la que vivimos. Cada uno de nuestros valores, ideas, tradiciones y costumbres que conforman nuestra cultura, son los ingredientes de esa sopa. Son los que le dan ese sabor único. Uno de los retos actuales, es la velocidad con la que están cambiando algunos de esos ingredientes y nuestra incapacidad para adaptarnos a esos cambios.

Algunos de los ingredientes de la cultura mexicana que difieren con otros países son: la confianza interpersonal, el hábito de la educación, el ahorro, comprometerse con resultados, la puntualidad, la rendición de cuentas pública y social, el respeto a las reglas del juego, la cultura de la excelencia, los hábitos alimenticios y el respeto. La lista es larga.

Me concentraré en tres de ellos: la confianza interpersonal, la cultura de la excelencia y la educación. En México un escaso 12 por ciento de la población considera que "las personas son confiables". Una gran diferencia con los niveles de confianza interpersonal en los países con altos niveles de calidad de vida, como Noruega con un 73 por ciento y Holanda con 67 por ciento. La desconfianza interpersonal incrementa los costos transaccionales reduciendo eficiencia, y en consecuencia el crecimiento económico. Según los economistas Paul J. Zak y Stephen Knack en su estudio Trust and Growth las sociedades con alta confianza interpersonal producen mejores resultados que aquellas de baja confianza. ¿Cuánto nos cuesta la desconfianza? ¿Cuál es la receta que nos darían los institucionalistas para resolver este problema?

En cuanto a la educación, la cultura de la excelencia académica y el hábito del estudio, contrario a lo que se puede inferir de los medios de comunicación, no depende de la política gubernamental. El factor determinante es el involucramiento de los padres de familia y un entorno facilitador. Un ejemplo emblemático es Corea del Sur, en donde las familias ahorran para contratar tutores para que sus hijos puedan desarrollar habilidades técnicas, estudiar robótica o matemáticas; no para viajes, automóviles o fiestas. Los jóvenes surcoreanos estudian alrededor de 16 horas al día, en México no llegamos ni a cinco. Esto explica por qué Corea del Sur está en los primeros lugares en los resultados de las pruebas PISA y en el caso de México estamos entre los 20 más bajos del mundo y ahí seguiremos si no cambia el nivel de compromiso de los padres.

El tercer punto es la cultura de la excelencia. El caso más emblemático es Japón, hace 50 años era impensable que fuera un referente en tecnología, de hecho, era todo lo contrario, cualquier artefacto tecnológico si venía de Japón se veía de menos. Hoy en día es punta de lanza en tecnología, destacándose en microelectrónica, informática, biotecnología, óptica, entre otros. Actualmente tienen la tercera parte de los robots industriales del mundo. En México se están haciendo esfuerzos por destacarnos en las artes culinarias, pero aún no hay un solo restaurante de chefs mexicanos con estrellas Michelin en el país. ¿Cómo se explica que los chefs mexicanos con estrellas Michelin estén fuera de México? En ningún ámbito tomamos la excelencia como un estándar generalizado.

Estos son algunos de los condicionantes de nuestro desarrollo, los ingredientes de nuestra sopa que deberíamos repensar y evaluar y que no dependen del gobierno ni las instituciones.

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