Jacqueline Peschard

La deuda moral de los candidatos

Jacqueline Peschard reflexiona sobre el asesinato de los tres estudiantes de cine en Jalisco y la importancia de que los candidatos se ocupen de la violencia.

El asesinato triple de los estudiantes de medios audiovisuales, en Guadalajara, es la expresión más contundente y dramática del grado de barbarie que ha alcanzado la violencia en México. No sólo dejaron sin vida a Salomón Aceves, Marco García y Jesús Daniel Díaz, sino que sus cuerpos fueron disueltos en ácido como muestra de crueldad extrema. Sabemos que los jóvenes menores a 29 años son la población más vulnerable frente a esta violencia letal que hoy vivimos y que se va extendiendo por el territorio nacional. De acuerdo con datos del Inegi, entre 2007 y 2016, de los 210 mil homicidios registrados, 107 mil o sea más de 50 por ciento, fueron de personas entre 15 y 29 años, y si volteamos la vista a los desaparecidos entre 2012 y 2017, según el Registro Nacional de Personas Extraviadas o Desaparecidas del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 40 por ciento de los 34 mil 268 reportados corresponden a personas en ese rango de edad; es decir, no hay duda de que los jóvenes son las víctimas más recurrentes del crimen y la violencia que padecemos.

Ante este panorama desolador, ¿qué han hecho los candidatos presidenciales? ¿Por qué no se han mostrado particularmente sensibles con el dolor de las familias? ¿No deberían hacer un alto en las campañas, o quizás justamente, como parte de estas, hacer un pronunciamiento conjunto para demostrar que en medio de la contienda, que por naturaleza implica confrontación y lucha por ganar votos, son capaces de hacerse cargo de la magnitud del problema de la violencia para enviar un mensaje tanto de responsabilidad como de compromiso?

Por supuesto que ya hay quienes se han pronunciado en contra de la violencia exacerbada, los primeros que se manifestaron en contra de los homicidios fueron los jóvenes en la propia ciudad de Guadalajara y la de México y, en solidaridad con su reclamo, la UNAM y la Universidad de Guadalajara publicaron un comunicado conjunto, el pasado 25 de abril, para exigir acciones inmediatas para frenar la violencia y para que se realice una investigación exhaustiva que lleve a la detención de los asesinos, en el entendido de que, como bien dice el comunicado, detrás de cada joven que pierde la vida hay… "una investigación fallida, una familia destrozada y una esperanza perdida". Esa es la magnitud de la tragedia.

Los candidatos a la presidencia tienen una deuda moral con la sociedad mexicana y en particular con los jóvenes de este país, porque no han sido capaces de tener una visión más generosa y solidaria y de más largo plazo que les permita superar el estricto momento de lucha político-electoral. Tendrían que mostrar que todos están a favor del mismo objetivo de erradicar la violencia y la inseguridad, más allá de sus diferencias en cuanto a la forma y los énfasis para enfrentarlas, que sí es propio de cada plataforma electoral. Se argumentará que los candidatos sólo se presentan juntos en los debates que por ley organiza el INE; sin embargo, han coincidido en diversos espacios como la Convención Nacional Bancaria, en marzo pasado, o más recientemente en la Reunión Plenaria de Consejos Consultivos de Citibanamex.

Es cierto que han acudido de manera individual ante grupos financieros que tienen gran capacidad de convocatoria, debido al interés de todos de mantener tranquilos a los mercados, pero también acudieron hace dos semanas a la Reunión del Pacto por la Primera Infancia, promovida por cerca de 300 organizaciones de la sociedad civil. Es cierto también que sus apariciones no han implicado ningún acuerdo entre ellos, pero me parece que el tema de la violencia, sobre todo en jóvenes, requiere de un esfuerzo especial de parte de los candidatos presidenciales.

Estoy convencida de que todos los que han ocupado algún cargo público en los últimos tres lustros tienen una deuda política con los mexicanos, pero la manera como la violencia se ha incrementado y se ha hecho más letal en los último años, obliga a los contendientes por la más alta magistratura a tener una mirada de estadistas, conscientes de la deuda moral que tiene cualquier aspirante presidencial de asumir que va a trabajar por la paz y la tranquilidad, más allá de quien gane. Entiendo que quizá los estrategas de los candidatos puedan considerar que un comunicado conjunto de este tipo eventualmente milite a favor o en contra de alguno en particular, pero el momento de angustia e impotencia que vive la población bien vale el esfuerzo.

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