Contracorriente

Le queda mucho por cumplir a la 4T

Casi la única carta que le queda al sexenio para que se le reconozca como uno de transformación, es desarticular la red de corrupción.

El Segundo Informe del presidente López Obrador no debió ser uno más, sino uno dedicado al reconocimiento de los problemas reales del país, de sus causas; está difícil que en los cuatro años que le quedan al gobierno logre acelerar el ritmo económico y entregar un México más justo, más seguro y más estable.

Casi la única carta que le queda al sexenio para que se le reconozca como uno de transformación, es desarticular la red de corrupción.

A) La economía mexicana arrastra desde hace décadas una baja formación de capital, que se acentuó en 2019 y se desplomó a causa de la pandemia, igual que el empleo; durante el primer semestre de este año se perdieron más de 900 mil puestos de trabajo que no se recuperarán pronto. En el mejor escenario, el crecimiento del PIB será entre 4 y 6 por ciento inferior en 2021 al de 2018.

La baja actividad privada y la caída de ingresos petroleros significa menores recursos fiscales, situación que requeriría una reforma hacendaria a fondo pero que no está contemplada en el paquete económico 2021, ni habría condiciones políticas y económicas para proponerla. No sería extraño que ocurriera una crisis fiscal y de servicio de la deuda.

B) La depresión económica y la pérdida de empleos por el Covid-19 profundizan las desigualdades; han arrastrado a millones de personas a la pobreza.

El indicador de corto plazo que publica Coneval dice que entre el fin de 2018 y junio de este año, la pobreza laboral aumentó de 39 a 49 por ciento; es decir, a la mitad de los trabajadores no les alcanza lo que ganan para comer, y ello a pesar de los aumentos reales al salario mínimo de 2019 y 2020.

Los programas de asistencia social son insuficientes. No tienen capacidad ni están diseñados para erradicar las causas de la pobreza; cuando mucho alcanzan, suponiendo que no hay desvíos ni corrupción, a 22 de los 61 millones de pobres que hay en el país, y lo hacen con ayudas que ayudan a paliar la miseria, pero no posibilitan cambios permanentes en la vida de sus beneficiarios.

Fuera de los jóvenes en capacitación y de los sembradores de árboles, los programas no están pensados para que la gente invierta esos recursos en mejorar sus condiciones de trabajo en el largo plazo.

Tampoco están diseñados para sortear la emergencia económica y sanitaria que vivimos, a consecuencia de las cuales, todos los mexicanos, prácticamente sin excepción, estamos viendo reducidos nuestros ingresos, aunque unos más que otros.

Proporcionalmente pierden más quienes están en pobreza moderada o media; son ellos los que están pasando a peor situación de pobreza (unos 12 millones de personas, según algunas estimaciones).

Las causas de la pobreza no están entre los pobres, sino en el mercado laboral; la política laboral, aunque elevó los salarios mínimos, tendría que avanzar de prisa hasta alcanzar mayor equidad entre salarios y productividad laboral, lo cual depende del gobierno, pero sobre todo de la democratización de los sindicatos y de su capacidad de negociación.

C) La reducción de la pobreza y de las desigualdades no serán los mayores logros del sexenio, pero puede serlo el combate a una corrupción descontrolada que vicia el ambiente de inversiones y negocios, y que explica el nivel de impunidad de la delincuencia organizada; es la mejor carta de AMLO ante la historia, pero puede perderla si en vez de manejarla judicialmente, lo hace con miras a las elecciones del año próximo.

Se han dado pasos muy importantes para quebrar la impunidad al someter a proceso a personajes como Juan Collado y a Emilio Lozoya para tratar de probar su responsabilidad, que sería como piezas muy importantes de la red de complicidad con la que hay que acabar.

En el caso de los expresidentes, si se contara con expedientes de investigación que prueben complicidades en actos de corrupción, o peor aún, con mafias delincuenciales, no tiene el gobierno que hacer el ridículo internacional y corromper internamente nuestro de por sí lábil apego a la ley, induciendo la organización de una consulta popular para decidir qué debe hacer al respecto.

La mejor carta con la que la 4T puede aspirar a un lugar digno en la historia es desarticulando la corrupción desde sus cúpulas, pero la condición es que proceda con sentido de justicia, no primordialmente para ganar votos el año próximo.

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