Contracorriente

Las clases medias ‘fifís’

Guillermo Knochenhauer indica que el Gobierno de AMLO le retiró apoyos a representantes de clases medias, como los que daba a las estancias infantiles y a las Organizaciones no Gubernamentales, además le bajó el sueldo a la burocracia de nivel profesional.

La política y el discurso de AMLO se reparten entre los sectores sociales más vulnerables, y los muy poderosos grupos económicos, nacionales y extranjeros a los que quiere atraer. Ningún mensaje está pensado para las clases medias, que sólo resienten la retórica moralista de la austeridad.

A los sectores vulnerables les ha ofrecido dinero en efectivo, entregado a cada persona si es adulto mayor, si es persona con discapacidad, niño o joven menor de 18 años en situación de pobreza extrema y que estudien en una escuela pública; y si es un joven de hasta 29 años, se le ofrece apoyo para que se capacite en alguna empresa, o una beca si está estudiando en nivel universitario.

Con los grandes empresarios, nacionales y extranjeros, AMLO se reúne y trata de ganarse su confianza respondiendo a sus demandas, y hasta ha sugerido que sea mediante la competencia y no por normas regulatorias como las empresas, en la más amplia libertad económica, sirvan al desarrollo del país, como fue durante el neoliberalismo.

El presidente trata comedidamente al empresariado porque sabe que de sus inversiones depende la plataforma económica que necesita la 4T para soportar sus propósitos políticos y sociales pero además, porque no está peleado con el papel empresarial en la sociedad, sino con la práctica de utilizar el poder económico para imponerse al Estado, como fue en el neoliberalismo de la plena libertad económica. Ahora la tendrán a condición de que guarden su distancia del Estado, y que consideren muerto al neoliberalismo.

La austeridad republicana, envuelta en una retórica moralista en contra de actividades económicas y conductas inapropiadas, ha sido el principal mensaje de López Obrador a las clases medias, las que son críticas, que se organizan y protestan, las que traducen la semántica del poder a las clases trabajadoras.

A representantes de esas clases medias, el gobierno les retiró apoyos, como los que daba a las estancias infantiles (sin distinción) y a las Organizaciones no Gubernamentales (a todas); además, le bajó el sueldo a la burocracia de nivel profesional y despidió a miles de múltiples dependencias federales.

Las clases medias en su mayoría, se han identificado como "fifís" y quien las ha colocado del otro lado de su gobierno (por no decir en contra) ha sido el propio presidente.

Se entiende que las clases medias vean en los esfuerzos del gobierno por recuperar capacidades legales e institucionales para gobernar -lo que es una indispensable restauración del poder del Estado- un mero afán de concentración de poder personal en el presidente.

A él se debe esa percepción y debería ocuparse de corregirla cuanto antes, porque ya están en marcha, y a la luz pública, varios movimientos de extrema derecha, en el que se le acusa hasta de ser comunista desde una retórica de impecable factura fascista.

Esta columna dejará de publicarse durante los próximos dos meses.

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