Contracorriente

Invertir en Pemex es redituable

Guillermo Knochenhauer indica que la petrolera tiene un costo promedio de extracción de 13 dólares por barril, pero los compradores pagan más de 65 dólares en estos momentos, por lo que es evidente la conveniencia de invertir en ampliar las capacidades productivas de la empresa.

La justificación de la 4T es elevar el bienestar de los mexicanos, de los pobres primero, pero como van las cosas, eso no sucederá en el corto plazo, lo que hace más inciertos el mediano y el largo plazos; un dato clave es que la economía apenas crecerá este año a tasas cercanas al 1%, mientras que la población lo hará al 1,3%.

¿1% es realmente el tope al que debe limitarse el potencial de crecimiento de nuestra economía? Lo es desde el punto de vista financiero; ya sabe usted, precariedad fiscal, endeudamiento público, sistema bancario que envía desmedidas utilidades a sus matrices y una balanza comercial deficitaria que debe compensarse con ahorro externo.

La escapatoria a la limitante financiera para que puedan hacerse inversiones productivas, es la rentabilidad de la actividad, que en el caso de Pemex es muy alta.

Calcule usted que, sumando la sobrecarga de personal sindicalizado, el huachicol y demás formas de corrupción, más los costos normales de operación, con todo eso, Pemex tiene un costo promedio de extracción de 13 dólares por barril, por el cual los compradores pagan más de 65 dólares en estos momentos.

Con esos márgenes, a los que sólo hay que restar costos de mercantilización, es evidente la conveniencia de invertir en ampliar las capacidades productivas de la empresa; no obstante, la Secretaría de Hacienda utilizará parte del Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestales (FEIP) para prepagar un 6.7 por ciento de la deuda de Pemex que, al cierre del año pasado alcanzaba poco más de 2 billones de pesos, incluyendo los intereses con vencimientos este 2019.

En esa lógica de adelantar pagos para desactivar las amenazas de las calificadoras de hacerle perder a la deuda soberana de México el grado de inversión, riesgo por cierto, insignificante, se pierde la oportunidad de utilizar dinero escaso para movilizar las capacidades productivas de la empresa.

Convertir a Pemex en una 'empresa productiva del Estado', paradigma anunciado por AMLO, implica tres movimientos: el primero es invertir en mejorar sus capacidades productivas; se está invirtiendo en Pemex más que en los últimos tres años, pero no es suficiente.

Al respecto, se podría valorar lo que propone el equipo de expertos encabezado por Jesús Gaytán, quien fue subdirector de Pemex entre 1977 y 1988, grupo formado por Miguel Basañez, exembajador de México en EUA.

Sostienen que de los 18 mil pozos que se han perforado en toda la historia petrolera de México, 15 mil se fueron cerrando -por pérdida de presión- cuando apenas se había extraído 10 por ciento del yacimiento.

Sólo hay 3,000 pozos activos en el país, pero con las técnicas actuales, cada uno de los 15 mil pozos cerrados podría producir por lo menos 50 barriles diarios. Hay plena certeza de su potencial, sostiene el grupo de Basañez.

Si tienen razón, la extracción podría aumentar hasta 750,000 barriles que, sumados a la producción actual de 1.7 millones de barriles, compensarían con creces el déficit de alrededor de 153 mil barriles diarios, que faltan para cumplir las metas de extracción de este 2019.

La reapertura de miles de pozos con 90 por ciento de contenido en el subsuelo, seguramente sería una inversión rentable que favorecería mucho más las finanzas de Pemex que distraer recursos en adelantar pagos, que se pueden renegociar.

Las otras dos condiciones para hacer de Pemex una empresa productiva, arrastran un problema político que ha sido infranqueable desde los años 70 del siglo pasado: hacer una reforma fiscal que cobre los impuestos que correspondan a las grandes empresas, para poder dejar de expropiar fiscalmente a la petrolera.

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