Contracorriente

Calificaciones y calificadoras

Una brusca devaluación cambiaria ocurriría si las calificadoras internacionales -Standard and Poor's, Moody's Investors Services y Fitch Ratings- opinaran que hay un mayor riesgo en las inversiones en títulos de deuda mexicanos.

Las calificaciones extranjeras del desempeño político y económico de los gobiernos tienen gran influencia, hasta excesiva; el de López Obrador no podía quedar al margen de tales opiniones.

El encuentro que tuvo AMLO el martes con John E. Waldron, presidente y director de operaciones de Goldman Sachs, uno de los grupos de banca de inversión y de valores más grande del mundo, era necesario.

Se tomaron la foto muy sonrientes los dos para enviar el mensaje de que las inversiones en bonos y deuda soberana en México están seguras; era necesario porque mientras los miles de millones de dólares de fondos extranjeros, invertidos en CETES y otros instrumentos de deuda se mantengan, la paridad peso/dólar podrá sostenerse en los rangos actuales.

El mensaje era necesario también porque algunos de los bancos están alentando a sus clientes a comprar dólares en previsión (o provocación) de una corrida especulativa y eventual devaluación del peso.

Su argumento es que el bajo crecimiento económico repercutirá en crisis fiscal, acentuada por el empeño del presidente en distraer recursos para una nueva refinería, un tren maya y el rescate de Pemex. No hay que olvidar que detrás de esos argumentos, también está el gran negocio bancario que es la especulación cambiaria.

Una brusca devaluación cambiaria ocurriría si las calificadoras internacionales -que son Standard and Poor's, Moody's Investors Services y Fitch Ratings- opinaran que hay un mayor riesgo en las inversiones en títulos de deuda mexicanos.

La relaciones del gobierno de López Obrador con las tres empresas calificadoras no ha sido buena. Ante la muy cuestionable consulta popular que resultó en favor del aeropuerto en Santa Lucía y que llevaría a la cancelación del NAIM, la agencia Fitch cambió la perspectiva para la calificación de México de estable a negativa, lo que desplomó la paridad del peso y el índice S&P/BMV IPC de la Bolsa Mexicana de Valores a fines del año pasado.

Los cambios en la política energética que ha decidido López Obrador, como la suspensión de las licitaciones de concesiones de explotación petrolera a empresas y la decisión de sanear financieramente a Pemex, llevaron a Moody's a advertir que podrían bajar la perspectiva crediticia de la petrolera, a lo que el presidente respondió llamando "hipócritas" a las calificadoras.

El caso es que en el sistema financiero del país se está creando un clima propiciatorio de una fuga de capitales, que no corresponde a la tendencia de las inversiones productivas que, como ayer argumentaba Enrique Quintana, no tiene nada de extraordinario para un primer año de gobierno. Todos han empezado con muy bajas inversiones y crecimiento.

Ojalá que la foto de López Obrador con Waldron en Palacio Nacional atempere el ánimo especulativo que de generalizarse, sería causa directa de mayor inflación y menor crecimiento y entonces sí, baja en la calificación crediticia del país, alza de las tasas de interés, todo en un círculo vicioso.

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